martes, 20 de diciembre de 2005

"Cuando me eligieron para cerrar el Congreso de la Lengua, confieso que me agarró un cagazo considerable"

Entrevista a Fontanarrosa - Entrega III de III


Fontanarrosa fue una de las caras más visibles del III Congreso de la Lengua Española, realizado en su Rosario en noviembre de 2004. Su intervención en defensa de las “malas palabras”, tuvo casi la misma repercusión —al menos en nuestro país— que aquellas de García Márquez en el primer Congreso, en 1997, cuando propuso “jubilar la ortografía”. El Negro provocó la poco protocolar carcajada de los más destacados catedráticos, cuando un delirante razonamiento lo llevó a la conclusión de que la Revolución Cubana había fracasado porque en la isla dicen “mielda” en lugar de “mierda”.
Fue un Fontanarrosa en estado puro.

¿Para qué sirvió el Congreso de la Lengua?
Sirvió para poner en el tapete el tema del idioma, que todos hablamos y en el cual nadie repara. A Rosario le elevó considerablemente la autoestima, y a mí me dio una inusual exposición mediática. Y me dejó un bolsito muy lindo, azul, para colgar en el hombro, que le regalaban a todos los participantes y que sigo usando.

¿Por qué considera que lo eligieron para el cierre?
Supongo que por dos razones: el problema de salud de Saer [que originalmente iba a ocupar ese lugar], que le impidió hacerlo incluso por teleconferencia, y el hecho de yo jugar de local, ser rosarino. Sé, también, que Rafael Bielsa le había propuesto mi nombre a Víctor García de la Concha cuando ya se barajaba la posibilidad del cambio.

¿Y qué significó eso para usted?
Para mí representó una sorpresa, una distinción y una responsabilidad. Confieso que me agarró un cagazo considerable.

Para sostener con los hechos (es decir, con literatura) la ponencia que hizo en el Congreso en favor de las “malas palabras”, se puede leer el texto que abre el libro Usted no me lo va a creer, de 2003. Se titula “Palabras iniciales” y ha generado más de una confusión. El primer párrafo dice, entre comillas: “Puto el que lee esto”. Y luego: “Nunca encontré una frase mejor para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre que se caiga muerta. (…) Lo leí en un baño en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura. Eso es desafiar al lector y comprometerlo. (…) Eso es un escritor. Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa. El tipo no era, por cierto, un genuflexo dulzón ni un demagogo. ‘Puto el que lee esto’ y a otra cosa. Si te gusta bien y si no también, a otra cosa, mariposa. Hacete cargo y si no, jodete.” Muchos creyeron ver allí un prólogo, un ensayo, una nota de opinión, una declaración de principios del autor. Pero él mismo debió encargarse de aclarar que es un cuento. Ni más ni menos que un cuento. “Como se llamaba ‘Palabras iniciales’, decidimos ponerlo al comienzo del libro”, dijo.

Ese comienzo, “Puto el que lee esto”, es sin duda tan chocante como usted lo describe allí. ¿Cuánto de lo que dice en ese cuento se corresponde sólo con el narrador ficticio, y cuánto es lo que usted, Fontanorrosa, cree realmente?
Como en muchos otros relatos, lo que hay en ése es una mezcla de ficción y realidad. Yo soy un lector convencional, quiero que un relato me atrape desde el comienzo y que me cuente algo interesante. Pero, por supuesto, en “Palabras iniciales” hay mucha intolerancia y desmesura.

La exclusividad de sus publicaciones que en la Argentina tiene Ediciones de la Flor, ¿tiene que ver con una cuestión puramente contractual, o hay algo más personal también?
La exclusividad con De la Flor responde a un compromiso no escrito con Kuqui y Daniel Divinsky. Y ese compromiso no escrito responde a una amistad de 30 años, y a una lógica conformidad mía con el curso y el resultado de las publicaciones.

¿En qué proyectos trabaja en este momento?
Estoy, lentamente, escribiendo cuentos. Pero me cuesta encontrar tiempo para escribirlos. Al punto que, como los literatos serios, me fui una semana a Mar del Plata para escribir.

Así seguirá su camino este escritor que, como tantos otros personajes, siempre volverá a Rosario. Que dice no interesarse demasiado en la definición que de él se haga, que no se considera un “literato serio”, pero a quien Ernesto Schóo ha calificado como “el Fray Mocho de nuestra época”. No hay duda de que varios de sus relatos (piénsese en “19 de diciembre de 1971”, en “La Mesa de los Galanes”, en “El cinco era Moacyr”, en “Escenas de la vida deportiva”) ya forman parte del acervo de los mejores cuentos argentinos. Aunque, para algunos, el Negro siga siendo apenas un humorista.

¿Tiene ya alguna idea acerca de la recepción de sus Cuentos Completos en España?
Me guío por lo que me cuenta mi agente. Supongo que si Alfaguara, luego de sacar un ladrillo con la mitad de mis cuentos, decidió sacar la otra mitad, tan disconforme no debe estar. Cifras no tengo, pero ojo, porque los tirajes de las ediciones de allá no son tan superiores a los de acá. Salvo que uno se llame, por ejemplo, Arturo Pérez Reverte.

¿Y tienen pensado editar sus Obras Completas aquí?
No sé si harán una antología de cuentos como hizo Alfaguara en España. Es posible, pero son volúmenes que suenan a obra póstuma: Fontanarrosa: su obra. Y no tengo agendado morirme en estas dos próximas semanas.-

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicitaciones por la entrevista. Muy buena y un Fontanarrosa puro!.

Anónimo dijo...

Por cierto, Moacyr era el ocho me parece...

RAEL (Mario De los Santos) dijo...

acá en adrogué ya se lo conoce por su buen pulso a la hora de entrevistar. y si bien está muy buena, hubiera tenido un salto de calidad de haber sido personal, no?
pero esto dista de ser una crítica.
aparte, también adamiro al entrevistado. ya pondremos algo suyo en el boliche.