jueves, 30 de noviembre de 2006
El rancio olor de la muerte
Se tiró abajo del tren, se dice habitualmente. Lo más exacto es que se arrodilló en las vías, según el relato de testigos.
El sábado, la chica había tenido su fiesta de 15 años. Demorada, porque los había cumplido en mayo.
Al parecer, no estaba triste por un novio, porque su novio estaba en el velatorio -a cajón cerrado, claro- y no podía entenderlo. Quién sabe.
Yo la conocía desde que era chiquita, desde que tenía unos 10 años, más o menos. Ahora ya no tiene nada.
En este tipo de situaciones, aparecen las mismas absurdas preguntas de siempre: ¿qué puede llevar a una chica de 15 años a suicidarse? ¿Qué le pasa por la cabeza y/o por el corazón a una chica de 15 años que tiene el valor de arrodillarse frente a un tren?
Pocos minutos después de que llegué a mi trabajo, aún conmovido, vi que Clarín.com publicó esta nota. La chica de 15 años era casi una actriz de reparto en otro drama. Casualidades.
miércoles, 29 de noviembre de 2006
El nuevo blog ya está entre nosotros: Experiencias.com
Experiencias.com se compondrá de testimonios de usuarios de Internet: anécdotas, curiosidades, historias, la "primera vez que", el mail que cambió la vida, historias de amor... Yo estoy entre los realizadores de este nuevo espacio, y ya les puedo anticipar que además de las experiencias de la "gente común", por llamarla de algún modo, tendremos testimonios de famosos, como por ejemplo Leopoldo Brizuela, Eduardo Belgrano Rawson, Bebe Contepomi, y de amigos de la casa, como la querida Beluga Azul (Anita, ya radicada en Barcelona) y Juan Pablo Mansilla.
Si tienen algo para contar, lo pueden hacer a experiencias.com@gmail.com, o directamente escribiéndome a mí. Espero sus lectores y comentarios.
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Ricardo Romero presentó "Tantas noches como sean necesarias"
Además, estuvieron presentes Alberto Laiseca (tomando cerveza incansablemente en la misma mesa que yo, saludado incansablemente por sus alumnos admiradores, me saludó con la mano al llegar, quizás recordándome de modo vago...), Juan Sasturain, Oliverio Coelho, Ignacio Molina, Amalia Gieschen, Juan José Burzi, Selva Almada, Juan Terranova y un largo etcétera de escritores jóvenes y tan desconocidos como este que ahora escribe este articulito para su blog.
El libro de Romero está compuesto por siete cuentos, unidos por el hilo conductor de una noche (o varias) que no se termina(n) nunca. En la presentación costaba 15 pesos, y por 5 más uno se llevaba la remera de la colección "Laura Palmer no ha muerto" (la explicación del nombre merece un post aparte). Ya publicaré una foto de la remera. Primero voy a leer el libro, y después les cuento.
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sábado, 25 de noviembre de 2006
La literatura y el dinero
Además de leer el libro, lo utilizaba como monedero para guardar los billetes.
El señor Valéry explicaba:
—Nunca me ha gustado separar la literatura del dinero.
Así pues, el señor Valéry se organizaba del siguiente modo (estas eran sus reglas):
Jamás colocaba más de un billete entre dos páginas del libro.
En las primeras páginas colocaba los billetes menos valiosos, y los más valiosos en las últimas.
En lugar de usar un punto para señalar la página en la que había interrumpido la lectura del libro, colocaba en dicha página las monedas, con lo que el libro engordaba, por así decirlo.
En la última página, el señor Valéry siempre dejaba su carnet de identidad.
Este era el dibujo que el señor Valéry hacía para explicar su relación con la literatura y el dinero
Y cada vez que hacía el dibujo, repetía:
—Nunca me ha gustado separar la literatura del dinero.
El procedimiento del señor Valéry, tanto en la lectura como en un acto comercial, seguía después etapas rigurosas e inalterables.
En primer lugar, retiraba cuidadosamente el libro de la funda de plástico que lo envolvía.
Luego, siempre con mucho cuidado para no dejar caer ninguna moneda o billete, retiraba la goma que ceñía el libro.
El tercer paso consistía en abrir el libro por la página en la que había interrumpido la lectura, lo que era fácil, puesto que era allí donde se encontraban todas las monedas de las que disponía el señor Valéry en ese momento.
Ya se tratara de realizar una transacción comercial o retomar la lectura, el señor Valéry volcaba primero las monedas en la mano, sujetando el libro con cuidado para no dejar caer ningún billete. Después, en el caso de tener que efectuar algún pago, el señor Valéry buscaba los billetes adecuados, hojeando el libro como quien busca una frase señalada.
En el caso de que abriera el libro para leerlo, el señor Valéry, después de echarse las monedas en la mano, las apilaba sobre la mesa que tenía delante, tras lo cual empezaba a prestar atención a las letras. Cuando, en el transcurso de la lectura, el señor Valéry alcanzaba una página en la que había un billete, trasladaba de inmediato ese dinero unas páginas más allá.
Por el contrario, cuando estaba a punto de terminar un libro, pasaba todos los billetes, incluso los valiosos, hacia atrás respecto de la página en que se encontraba, es decir, por detrás de las monedas, lo que siempre le causaba una sensación extraña.
Quienes pasaban por allí y venían al señor Valéry, sentado a la mesa de una cafetería, sujetando con mucha fuerza y con ambas manos los dos lados del libro, nunca acertaban a decir si la tensión de sus brazos revelaba una codicia mezquina o un profundo amor por la literatura.
(El señor Valéry, pp. 69-71)
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viernes, 24 de noviembre de 2006
La Razón
1
Cuando yo era chico, allá por los años 80, había un jueguito tipo adivinanza: uno describía una esquina, decía que en una vereda había un kiosco de diarios, en la otra una tienda, en la otra una panadería, y entonces venía un auto por una calle y otro auto por la otra y el semáforo estaba de determinada forma y no importa bien todo lo demás. Lo que sí importa es que los autos chocaban y el acertijo concluía con una pregunta: ¿Quién tiene la razón? El que había escuchado lo pensaba más o menos y luego decía el chofer A o el chofer B. El chiste era que no, que la razón la tenía el kiosquero de esa esquina, porque
2
Cuando yo era chico, allá por los hoy recordados con una nostalgia snob años 80,
3
Ahora ya no soy chico y
Pero al rato los distribuidores pasan a ser chicos cada vez más chicos, sucios, desamparados, que gritan “
Ayer en un pasillo de Constitución los repartía una nena que tenía una carita que debía ser la misma que tenía la tristeza a los 4 años de edad. Porque esta nenita no tendría más de eso: 4 años, tal vez 3. O 5, qué sé yo. En cualquier caso, tenía menos de los que tenía yo cuando ya había aprendido aquella adivinanza que terminaba preguntando quién tenía la razón. Hoy sé que es hasta mejor no preguntárselo, porque nuestra sociedad perdió la razón hace rato.
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miércoles, 22 de noviembre de 2006
Parecidos
Link: "Soy el Sabina del subdesarrollo" (entrevista a Federico Kon, autor de las canciones, en Página/12)
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martes, 21 de noviembre de 2006
Historia de amor
Ya que estamos, un adelantito. Dentro de pocos días, Clarín.com lanzará un nuevo blog: Historias.com, que se compondrá de relatos de experiencias de usuarios en relación con Internet. Anécdotas, narraciones curiosas, éxitos y fracasos... Si tenés alguna y querés contarla, escribime un mail. Yo me encargo.
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lunes, 20 de noviembre de 2006
Orgasmos por la paz
Quienes convocan a esta jornada de sexo explícito no son dos adolescentes que ponen como excusa la paz para que los dejen fornicar en paz, sino dos "viejitos": Paul Reffell, de 55 años, y Donna Sheehan, una venerable señora de 76.
Sheehan escribió en su convocatoria: "¿Por qué el orgasmo? Porque sabemos que ustedes necesitan más sexo muchachos, no menos. Así que aquí hay una oportunidad de practicar, practicar, practicar, a favor de la paz".
Y bueno, será cuestión de aceptar el consejo de la abuela.
Más data: sitio oficial Orgasmo Global
jueves, 16 de noviembre de 2006
La competición
Solía decir, al respecto de cualquier competición, que todas las clasificaciones eran malas del primer al último puesto.
Y se preguntaba:
—¿Ganar a los demás para qué? ¿Perder frente a los demás por qué?
—Prefiero ser viceúltimo o subúltimo —apostillaba con ironía.
Y explicaba:
—Sólo existe justicia en una competición si todos parten de condiciones iguales. Pero no existe, sabido es. Y si todos fuesen iguales, ¿cómo podría quedar uno por delante de otro? En una competición las personas siempre acaban como habían empezado —concluía el señor Valéry.
Y el señor Valéry añadía:
—A mí lo que me gustaría sería ver una carrera de cien metros en la que cada pista terminase en un punto distinto.
—Imaginad cuatro pistas de cien metros que fuesen así… (y dibujaba)
—De este modo —proseguía el señor Valéry—, al acabar la competición, cada atleta comprendería mejor qué le esperaba al día siguiente. Aunque ganara la competición, acabaría la carrera solo, lo que en sí es una pequeña lección de vida.
Y tras esta afirmación algo ambigua, el señor Valéry retomó su paseo diario, el cuerpo ligeramente encorvado, el sombrero calado hasta las orejas, y solo, completamente solo, como siempre.
(El señor Valéry, pp. 63-64.)
miércoles, 15 de noviembre de 2006
Designios
(Michell Houellebecq. Ampliación del campo de batalla. Anagrama, Barcelona, 2001, p. 35.)
lunes, 13 de noviembre de 2006
Teína 13: un salón de té que invita a leer
Y así es que viene saliendo esta revista trimestral, cuyos realizadores tuvieron hace algunos meses el dudoso tino de invitarme a formar parte de su staff.
El N° 13 tiene como tema central la educación, y a ese tema le dedica el dossier. Incluye, por ejemplo, una entrevistas a Fernando Savater. Por otro lado, Babelia -el suplemento de cultura del diario El País, de Madrid- recomendó en su edición del último sábado una entrevista al escritor Rafael Reig, que salió en la edición anterior de Teína.
Para esta edición -que abarca los últimos dos meses de 2006 y el primero del 2007 que se aproxima- las dos entrevistas de la sección "Tintalabios" fueron realizadas por mí. Una de ellas, la entrevista a Alberto Laiseca de la que alguna vez hablé ya en el blog. La otra, una nuevita y especial para Teína al escritor Sergio Bizzio.
Por supuesto, las recomiendo. O por lo menos les pido que las lean. Todo comentario o crítica, lo pueden hacer aquí.
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miércoles, 8 de noviembre de 2006
Título
Ahora dicen que Barcelona no va a salir más porque no se puede superar al original
"Mañana hay reclutamiento"
Es muy duro verla, porque muestra de un modo directo la atrocidad de la guerra. Pero me quedo con un detalle. La familia protagonista del filme vive en un pueblo que está en un territorio que se disputan el ejército y las guerrillas. El ejército recluta -por la fuerza, claro- a los niños cuando cumplen 12 años. En un momento, para evitarlo, un espía avisa que al día siguiente se realizará un "rastrillaje". Para evitarlo, un grupo de personas se dedica a anotar en papeles, con letra manuscrita, sin más tecnología que un lápiz, el siguiente mensaje: "Mañana hay reclutamiento". Luego los distribuyen en todas las casas. Así, evitan que las tropas se lleven a sus niños.
Me recordó varias cosas (quizá lo más simpático, los pasquines que aparecen en Macondo en La mala hora), pero sobre todo una:
las notas que escribía Rodolfo Walsh ya en la dictadura, papeles mimeografiados con información acerca de lo que pasaba. Lo que no aparecía en los diarios ni en ningún otro medio. Y cerraba pidiendo (cito de memoria, o mejor dicho: escribo otro mensaje pero que diga lo mismo que aquel): "Copie este papel, reprodúzcalo, a mano, en focopias, como sea. Hágalo circular, que sus conocidos lo lean", y luego (y esto sí es tal cual): "Difunda esta información. Sienta la satisfacción moral de un acto de libertad".
Nada más que eso me quedo preguntándome. Y qué uso le damos nosotros hoy a nuestra libertad y a nuestra disponibilidad de medios. Blogs, e-mail, mensajes de texto, teléfonos celulares, fotos digitales, videos... Se los usan como herramientas positivas, pero a la vez el mundo nunca estuvo peor que ahora. Y sin embargo, siempre hoy estamos mejor que mañana. El mundo se derrumba; si al menos -como les pasaba a Humphrey Bogart e Ingrid Bergman cuando se decían estas cosas- nos enamoráramos...
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martes, 7 de noviembre de 2006
El clavo
Para el señor Valéry, arrogante era la persona que se creía mejor que su tarea, ya se tratara de servir mesas, escribir o pintar un cuadro.
El señor Valéry explicaba:
—Conozco a personas que van por la calle como si hicieran un favor al acto de caminar. Es peligroso creernos mayores que nuestra tarea —explicaba el señor Valéry.
—Si nuestra tarea consiste en fijar un clavo en la pared… (y dibujaba)
—… y nos creemos más inteligentes que esa tarea, corremos el riesgo de fallar el golpe y dar de lleno en nuestro propio dedo.
—Pero tampoco podemos considerarnos menos inteligentes que nuestra tarea, pues por inhibición corremos el riesgo de fallar de nuevo, y así volver a dar de lleno en nuestro propio dedo.
—Por eso —concluía el señor Valéry—, yo me considero, en cualquier situación, al mismo nivel que la tarea. Ni soy su jefe, ni su empleado. Mi tarea y yo somos dos cosas con igual inteligencia que en un momento dado comparten destino. Y nada más.
El señor Valéry, tras esta disertación filosófica, se quedó sin aliento de tan feliz que estaba.
(El señor Valéry, pp. 61-62)
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lunes, 6 de noviembre de 2006
El señor Valéry, fragmentos de literatura portuguesa
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viernes, 3 de noviembre de 2006
Cómo me cuesta actualizar el blog
Me anda costando mucho subir cosas al blog. Creo que no hay día que no se me ocurra algo para publicar, pero a la vez no tengo el tiempo/la voluntad de sentarme a hacerlo. Es un problema. Estuvo mucho tiempo arriba de todo mi comentario sobre el partido de Gimnasia, que ha merecido varias críticas, y aquí estoy de nuevo.
En una época, el 1 de cada mes informaba en una entrada el número de visitas que había tenido el blog, cómo había crecido... pero si no publico nada, la cosa se viene abajo. Trataré de postear más seguido. Así que aquí estaremos.