martes, 7 de noviembre de 2006

El clavo

El señor Valéry conocía a personas arrogantes, y no le gustaban.

Para el señor Valéry, arrogante era la persona que se creía mejor que su tarea, ya se tratara de servir mesas, escribir o pintar un cuadro.
El señor Valéry explicaba:

—Conozco a personas que van por la calle como si hicieran un favor al acto de caminar. Es peligroso creernos mayores que nuestra tarea —explicaba el señor Valéry.
—Si nuestra tarea consiste en fijar un clavo en la pared… (y dibujaba)




—… y nos creemos más inteligentes que esa tarea, corremos el riesgo de fallar el golpe y dar de lleno en nuestro propio dedo.
—Pero tampoco podemos considerarnos menos inteligentes que nuestra tarea, pues por inhibición corremos el riesgo de fallar de nuevo, y así volver a dar de lleno en nuestro propio dedo.
—Por eso —concluía el señor Valéry—, yo me considero, en cualquier situación, al mismo nivel que la tarea. Ni soy su jefe, ni su empleado. Mi tarea y yo somos dos cosas con igual inteligencia que en un momento dado comparten destino. Y nada más.

El señor Valéry, tras esta disertación filosófica, se quedó sin aliento de tan feliz que estaba.


(El señor Valéry, pp. 61-62)



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