viernes, 29 de febrero de 2008

¿Qué es escribir bien? (1)

Desde hace tiempo que vengo proyectando una serie de posts titulados con una pregunta: ¿Qué es escribir bien? Por supuesto que no aspiro a dar una respuesta a tan vasta pregunta pregunta, sino simplemente anotar una serie de reflexiones y fragmentos de charlas que mantuve con distintas personas al respecto.

Justo en estos días en que me había puesto a garabatear algunas ideas, me avisan de la existencia de un artículo titulado "Las claves del secreto para el éxito literario", escrito por Pablo Martínez Valencia y aparecido en el periódico Las Provincias de Alicante, España.

Se trata de una irónica guía de cómo ganar un concurso literario; específicamente, un concurso de novela. El autor del texto enumera una serie de características desopilantes aunque no menos ciertas de las fórmulas a seguir para transformarse en un escritor de eso que por esta época se denomina éxito.

Hagan click en "Seguir leyendo" o aquí para leer el artículo, que a mí me sirve como prólogo o introducción a las pequeñas cosas que tengo para decir.


Las claves del secreto para el éxito literario

España es uno de los países donde más concursos se convocan cada año. ¿Por qué usted no gana uno? A continuación, el camino hacia un premio relevante explicado en pocos pasos.

Se calcula que en España se convocan cada año más de 1.600 concursos literarios. Ayuntamientos, diputaciones, bancos, fundaciones y editoriales se gastan cada temporada 10 millones de euros sólo en premios en metálico. La dotación media de los certámenes es de 6.000 euros. Existen dieciséis convocatorias dotadas con más de 31.000 euros. En resumen, hay un montón de dinero sobre la mesa esperando a que alguien se lo lleve. ¿Por qué no lo hacemos nosotros? Resulta un poco estúpido que sean siempre los demás los que aparezcan en las fotos, saludando a gerifaltes del mundo editorial y soportando los estallidos de los flashes con un cheque gigante en las manos. Quizá haya llegado el momento de rescatar del olvido aquel viejo proyecto de escribir un libro. Sí, no disimule; usted también lo había pensado alguna vez. En este país, todo el mundo lo hace. Antes de nada, tenemos que contestar a una pregunta de índole artística: ¿cuánto dinero queremos ganar? Bien, la respuesta es… mucho.

Vamos a apuntar alto. A lo más alto. Si nuestra idea es escribir un sentido poemario, habrá que decidir entre el Ciudad de Melilla (18.000 euros) o el Premio Loewe (16.500 euros). En el caso de que nos apetezca intentarlo con un libro de relatos, deberemos escoger entre el Premio Paradores (60.000 euros) y el Hucha de Oro (54.600 euros). Si nuestro gusto se decanta por el ensayo, la elección tendrá que estar entre el Premio Así Fue de Plaza y Janés (50.000 euros) y el Espasa (30.000 euros). En el caso de que nos sintamos más cómodos en el género infantil, nuestro objetivo será sin duda el Premio Barco de Vapor (100.000 euros), que pasa por ser uno de los certámenes de literatura infantil y juvenil mejor pagados del mundo.

La literatura, como solía repetir Kingsley Amis, es un negocio especializado. Y como tal vamos a tratarla. Olvídense de la inspiración, la paciencia y la técnica. Con eso, quizá un día consigamos una estatua póstuma, pero nunca saldremos de pobres. Hay que ser ambiciosos, así que lo mejor va a ser dejar a un lado los cuentos, los versos y los ensayos. Nuestro objetivo será un premio de novela. Uno de los gordos. Escuchen esto: entre los cuatro premios de novela mejor dotados del país reparten cada año un millón de euros. El póker está compuesto por el Planeta (601.000 euros), el Ciudad de Torrevieja que organiza la editorial Plaza y Janés (360.000 euros), el Primavera de Espasa (200.000 euros) y el Alfaguara (175.000 euros). Un montón de ceros, no cabe duda.

Antes de nada, debemos tener claro que ganar un premio de importancia es sencillo. El problema es que la gente quiere hacerlo escribiendo bien y, en realidad, hay que hacerlo con mucha premeditación. Lo primero, claro, es el título de la novela. Desconfíen de quien les diga lo contrario: sin un buen título no llegaremos lejos. Observando el método científico, la mejor manera de decidir nuestro título es estudiar los de los libros ganadores de los cuatro grandes premios durante los últimos diez años. No tardaremos mucho en darnos cuenta de algunas cosas, por ejemplo de las palabras que más se repiten. Son tres: 'vida', 'invisible' y 'mujeres'. Bueno, no hay que darle muchas vueltas más. Ya tenemos título: La vida de las mujeres invisibles.

Argumento

Ahora hay que buscar un argumento. No es imprescindible que la novela tenga uno, pero suele ayudar. Bien, aquí se abren ante nosotros multitud de opciones igualmente promisorias. En los últimos años, el botín se lo han llevado novelas negras, historias de asesinos en serie más o menos satánicos, novelas sobre la Guerra Civil, 'thrillers' futuristas, novelas históricas, cosas de amor… En fin, un poco de todo. Como escoger un solo argumento quizá nos lleve mucho tiempo, los tomaremos todos de golpe. Así no dejaremos fuera nada importante.

Antes de seguir, necesitamos un protagonista. Tendrá un nombre común y un apellido pintoresco: es la moda. Será escritor, profesor o periodista y llevará una vida calamitosa: un poco de divorcio, algo de paro, lo suyo de ginebra. ¿Un nombre? Gabriel Debaux. Ha llegado el momento de fijar el argumento.

Gabriel Debaux es un escritor en horas bajas. Su mujer le ha dejado por su mejor amigo y acaban de despedirle del trabajo. Su vida cambia la noche en que descubre por casualidad un misterioso manuscrito persa y conoce a Clara, una mujer llena de secretos de la que no tarda en caer enamorado. Esa misma noche, Gabriel se encuentra en el sofá de su casa el cadáver de su mejor amigo decapitado. Al día siguiente, mientras trata de arreglar el microondas, lo transforma accidentalmente en una máquina del tiempo que le lleva a la Edad Media y a la Guerra Civil española, donde conoce la terrible historia de su abuelo, un miliciano poeta que fue amigo de Lorca y se dedica a construir catedrales en secreto. A su regreso al presente, Gabriel es avisado de que Clara ha sido secuestrada por una secta satánica de adoradores del inquisidor Torquemada. Justo en el momento en que se dispone a utilizar su microondas para viajar a los tiempos de la Inquisición, recibe una llamada telefónica que le hace enfrentarse a un terrible episodio de su pasado. La vida de las mujeres invisibles, una historia de amor, venganza y narcotráfico.

Indudablemente, la cosa va bien. Estamos en el camino del best-seller, pero no conviene confiarse. Ahora hay que escribir la novela. Es una tarea secundaria, pero hay que hacerla. Y el libro, no se crean, tiene que ser grueso. No nos van a dar un montón de dinero por nada. Nuestra novela tiene que pesar lo que vale. Piensen en un mínimo de trescientas páginas. Los lectores de hoy son gente rara y les gusta llevar los libros consigo y que la literatura sea una continuación del 'fitness' del gimnasio.

No se dejen amedrentar por el prestigio de la creación literaria. Es importante que tengamos claro que escribir es fácil. Como decía Azorín, sólo se trata de ir poniendo una palabra detrás de otra. Cualquiera puede hacerlo. Aún así, tendremos que hacernos con un estilo. Escogeremos el del momento, que resulta a la vez ligero y ampuloso. Ya saben. Frases de extensión mediana. Mucha adjetivación inocua. Algo de descripción arrebatada, con especial atención a las distintas fases de la luna. Mucho diálogo, a poder ser de inspiración cinematográfica. También conviene que, cada cierto tiempo, nuestro protagonista se detenga en algún sitio -un banco en el parque, un bar, una estación de tren- y se ponga a pensar con gravedad sobre el mundo y la existencia en general.

En nuestra novela las mujeres serán complejas y los hombres atormentados. Se visitarán países lejanos que serán invariablemente maravillosos y nuestra concepción de la realidad -esto es importante- será eminentemente dramática. Por último, deberemos coger diez o doce libros, veinte cuadros y treinta películas y distribuirlos a modo de referencias cultas a lo largo de la novela. Hágase con energía y desgana, como quien aliña una ensalada que se van a comer otros. Que se note que somos gente instruida y sensible.

Tómense su tiempo para redactar la primera versión del manuscrito. Con calma, que esto es arte. Diez, quince días, lo que haga falta. Ahora llega la parte más complicada del proceso. En primer lugar, tenemos que contratar los servicios de un agente literario. De uno bueno, es decir, influyente. Él será el encargado de mover nuestro original en los lugares adecuados, de presentarlo a los premios y guiar su camino por los distintos procesos de selección. Las cosas son así. Pretender ganar un gran concurso por nuestra cuenta, fotocopiando nuestro manuscrito en la tienda de debajo de casa y poniéndolo en Correos es todo un acto de fe. Una pérdida de tiempo. Lo habitual en el negocio es que los agentes propongan a sus autores a las editoriales. Lo habitual en el negocio, en fin, es que los del negocio negocien. Así que no queda más remedio que hacer una inversión en nosotros mismos y contratar a un agente. Es caro, sí, pero no olvidemos que la recompensa será sustanciosa.

Y ahora llega lo realmente difícil. Mientras nuestro agente hace las gestiones propias de su oficio y antes de malgastar energía corrigiendo nuestro manuscrito, tenemos que hacernos famosos. Preferiblemente, debemos lograr aparecer en la televisión, ya sea como tertulianos políticos, comentaristas sociales, hombres espectáculo, fakires, meteorólogos o presentadores de telediarios. Desde hace poco más de una década, este es un requisito muy importante. Casi fundamental. Fíjense en los ganadores de los últimos premios gordos y se darán cuenta de que ser una cara popular ayuda mucho a nuestra empresa. Así que todo es cosa de comenzar a recorrer castings televisivos. No hay un minuto que perder. En cuanto estemos diciendo cosas raras en un plató ya faltará manos para que 'La vida de las mujeres invisibles' esté en todas las librerías y ustedes frente a un periodista, palpándose satisfechos la cartera, mientras pronuncian por enésima vez la frase mágica, ya saben: "En realidad, el verdadero premio para un escritor son los lectores".


martes, 26 de febrero de 2008

Descripción

No describiré a Tatá como una señora obesa, pero tampoco afirmaré que era alta.

Adolfo Bioy Casares, "La sierva ajena"


lunes, 25 de febrero de 2008

Treinta años y un día

Cuando en agosto del año pasado decidí (terminé de decidir, mejor dicho) que me iría a España, sentí miedo. Cagazo, mejor dicho. No sé explicar ahora la diferencia entre ambos términos, pero tal vez ustedes me entiendan. Pero me dije que quería hacerlo, irme, hacer la experiencia de vivir en otro país, buscar nuevos rumbos. Y descubrí que debía hacerlo, porque si no lo hacía entonces no lo haría más, y si no lo hacía nunca me arrepentiría por ello la vida entera.

"¿Cuántas vidas creés que tenés?", fue el aliento de un amigo, la primera persona a quien le conté mis planes.

Entonces, para ratificar mi decisión, me puse a buscar cuestiones simbólicas. Y descubrí -y me convencí de ello al instante- que esto es algo que uno hace a los veintipico. A mí me quedaban pocos meses de veintipico. Eso era una señal. Yo mismo sabía que ese silogismo era, bien mirado, una boludez.

"No es un boludez", me dijo (no sé si con las mismas palabras) un tipo a quien respeto mucho con el que hablé este fin de semana.

Hoy que ya no tengo veintipico sino la edad del título de este post, puedo decir felizmente que tomé la decisión correcta. Y que comienzo un futuro lleno de caminos que recorrer y puertas por abrir. Here, there and everywhere. Aunque cuando me pregunten por mi edad ya nunca más diga un número que empiece en dos.



viernes, 22 de febrero de 2008

Fernando Iwasaki, entrevistado y reseñado

El número 17 de la revista digital Teína, disponible en la web desde hace un par de semanas, incluye una entrevista que le realicé vía mail al escritor peruano Fernando Iwasaki. "Mi deuda literaria con la Argentina es más impagable que la deuda externa peruana", afirma.

Y también hay una reseña escrita por mí de su libro Inquisiciones peruanas, una recolección de historias reales de la Lima colonial recuperadas de los archivos de Indias de Sevilla y contadas de un modo ágil y divertido.

jueves, 21 de febrero de 2008

Atardece en la ruta

A veces, de los cientos de fotos que uno saca, salen algunas tan lindas como esta, que hice el domingo desde un auto en la ruta 2, volviendo de Chascomús.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Liberación

Hace algunos años escribí un cuentito titulado "Garita". Días atrás, mi amigo Octavio me recordó una pequeña escena incluida allí.

Nos encontramos con Octavio en la pizzería Los Angelitos, de Florencio Varela. Yo llegué tarde y él, mientras me esperaba, se había dedicado a hojear el menú del local, que intercala avisos publicitarios entre la oferta de comidas y bebidas. En total hay en el menú 28 avisos. De esos 28 avisos, 16 (es decir, más de la mitad) se refieren a negocios ubicados sobre alguna de las dos largas e importantes calles llamadas Perón: una, la ex avenida Sarmiento, ahora avenida Eva Perón, que se extiende por una decena de kilómetros hasta terminar de adquirir su carácter de ruta provincial 53; la otra, las ex calles Juan Vásquez y López Escribano, que también suman sus buenos kilómetros y que unen la estación Varela con el Ombú, en la ruta provincial 36. Esta última ruta separa Florencio Varela de Berazategui. Si uno se interna en el distrito vecino y sigue por la misma calle, se encontrará transitando por la ex avenida Sevilla, actual avenida... Eva Perón.

El pasaje del cuento que Octavio recordó es el siguiente:

Cómo la cagaron con los nombres [de las calles], pensé, acá haría falta una Revolución Libertadora de los Nombres que les devuelva los nombres que les corresponden, qué tanto Perón y Eva por todas partes...

lunes, 18 de febrero de 2008

Dónde se consigue el libro

En respuesta a quienes me lo preguntan, este es el listado de librerías en las que supuestamente se consigue o se podrá conseguir un ejemplar de Támesis y Otros Cuentos. Así lo informa el sitio web de la Editorial de la Universidad. Luego avisaré de otros lugares donde se lo pueda hallar.


En La Plata:


Prometeo Libros | 48 e 6 y 7
La Bolsa Universitaria | Diagonal 77 entre 6 y Plaza Italia
La Normal | 7 entre 55 y 56
Scotti | 6 entre 47 y 48
Haber | 50 entre 3 y 4
De la Campana | 7 entre 58 y 59
Capítulo II | 6 entre 47 y 48
Rayuela Plaza | Italia esquina 44
Avatar | 48 entre 6 y 7
Científica | 6 entre 56 y 57
Internacional | 60 entre 1 y 115
América La Plata | 1 entre 68 y 69
La Bolsa del Libro | 45 entre 6 y 7

En Buenos Aires:


Antígona Corrientes | Edic. del Sol Av. Corrientes 1555
Paidós del Fondo | Av Sta Fe 1685
Prometeo Dafne SRL | Av. Corrientes 1916
De La Mancha | Av. Corrientes 1888
Hernández | Av. Corrientes 1436 / 1311
Edipo Libros SRL | Av. Corrientes 1674
Lorraine | Av. Corrientes 1513
Asociación Rebeldía y Esperanza | Hipólito Irigoyen1427 1 D
Antígona | Callao 737
Eudeba | Av. Rivadavia 1573
Mundo Nuevo de Mutani Carlos | Florida 971 Loc. 51 Gal. Larreta

lunes, 11 de febrero de 2008

Támesis y Otros Cuentos, mi libro

Acaba de ver la luz mi primer libro. Se trata de Támesis y Otros Cuentos, una novelita (novela corta, cuento largo, nouvelle, algo así) publicada por la Editorial de la Universidad Nacional de La Plata (Edulp).

Para evitar el trance de tener que hablar bien de mí mismo o ser modesto a la fuerza, simplemente copiaré el texto de la contratapa:

"Era mucha plata. Mucho más que ahora, porque era el año 98, estaba el uno a uno todavía, cuando los muchachos recibieron la oferta." Así comienza Támesis y Otros Cuentos, una novela sobre cuatro amigos, un día de la primavera, una extraña propuesta y una mujer. Todo esto ambientado en un Parque Pereyra levemente misterioso, donde la vegetación parece cobrar vida y volverse un personaje más de la trama.

Con un lenguaje directo, Cristian Vazquez construye un relato atrapante donde cada frase genera la inquietante expectativa que sólo el buen suspenso puede lograr.

Ojalá puedan leerla y, si les da ganas, decirme qué les parece.

jueves, 7 de febrero de 2008

Y Olmedo se ríe de todo

El número de febrero de la revista Caras y Caretas incluye un artículo mío sobre el humor en la TV a 20 años de la muerte del Negro Olmedo. Es la apertura de la sección "Cultura" y es una de las pocas que se puede leer completa en el sitio web de la revista.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Consulta comercial

-¿La revista Tetas grandes y culos grandes, no tenés?

Yo estaba mirando tapas de diarios y revistas en un kiosquito en el hall de la estación Constitución. El tipo estaba parado al lado mío.

-No, esa no -le respondió el vendedor.

-Ah... ¿y revistas con chicas jovencitas? Porque estas son todas viejas...

-¿Qué buscás, chicas de diez, doce años?

No había ironía en sus palabras: era sólo parte del intercambio de información necesario para una venta.

-No... De dieciocho...

-Ah... A ver esta. Mirá.

Yo también miré de reojo, pero no veía, y me cansé de disimular que miraba tapas de revistas sólo para seguir escuchando, así que me fui.

domingo, 3 de febrero de 2008

Seguridad en los trenes

1

Domingo. Decido ir a visitar a amigos que viven en Bosques. Como el viaje es muy incómodo para hacerlo por medios públicos de transporte (si voy en tren tengo 20 minutos de caminata hasta la estación, una espera que puede ser de hasta 40 minutos, 10 minutos de viaje en tren y luego otros 20 minutos de caminata; en colectivo, más o menos lo mismo, aunque con algo menos de espera y algo más de viaje), decidí ir en bicicleta. Cuando iba llegando se me pinchó la rueda trasera, por lo cual llegué caminando con la bici al lado. El problema era, entonces, la vuelta.

Lo más práctico era hacer el regreso con la bici a mi lado y la ayuda del tren. Entonces caminé 20 minutos por unas calles increíblemente polvorientas y luego me dispuse a esperar en la estación a que llegara el tren que me arrimara hasta Varela. Eran las siete y media de la tarde, y el sol todavía no se había puesto por detrás de las casas y los árboles.

Bosques es una zona muy pobre. La miseria se nota a simple vista, y en muchos casos es extrema. Que la delincuencia surja de entre tanta marginalidad es lo más normal del mundo. A pesar de eso, yo, acostumbrado a pasear por estos barrios en los que vivo desde siempre, decido sacar la camarita y hacer unas fotos para pasar el rato. Saco cuatro fotos: una secuencia de la llegada de una formación. Después me quedo ahí parado, con la espalda apoyada en una pared.

Minutos después se me arriman dos tipos vestidos con uniformes de seguridad.


-¿Para qué son las fotos que sacaste? -me dice uno.

Antes de salir de mi sorpresa por la pregunta, balbuceo que para nada, para mí.

-Está prohibido sacar fotos en la estación -me dice, debo reconocerlo, no sin cierta cordialidad.

-Ah, no sabía. ¿Y por qué?

-Y... porque están las boletarías... y hay plata...

-Bueno -le digo, y me quedo pensando en que, teniendo en cuenta que nadie saca boletos los domingos a la tarde, si saqueáramos las boleterías de Bosques creo que no nos alcanzaría ni para un pancho y una coca.

Pequeñas malas experiencias me enseñaron que en situaciones de este tipo a veces conviene pasar por boludo y aceptar ciertos atropellos. Un par de minutos después se me acerca otro tipo, sin uniforme pero con un walkie talkie (o handy o como demonios se llame) en la mano, seguido de los dos uniformados de antes.

-Escuchame, flaquito, acá no se pueden sacar fotos -me dice.

-Sí, ya me dijeron -digo, otra vez, claro, sorprendido.

-Sí, sí, está prohibido, no se pueden sacar fotos ni para particulares ni para ninguna empresa.

-Está bien.

Y se fueron otra vez.



2


Llega el tren. Subo mi bicicleta al furgón, ubicado en el último vagón. Me quedo allí, cerca de la puerta que comunica ese recinto con la parte común del vagón, donde están los azules asientos de chapa. El olor a porro es fuertísimo. Lo van fumando allí mismo: un morocho gordo con los ojos perdidos y una botella de cerveza Quilmes, una chica sentada en el piso y varios otros. El porro, precisamente, es tema de conversación.

De pronto, no alcanzo a descubrir por qué, el gordo amenaza con tirar la bicicleta de alguien por la puerta. La agarra, la saca por la puerta y la mantiene en vilo, mientras profiere amenazas. No me termina de quedar claro si lo hace en serio o es un chiste.

El tren llega a la estación Zeballos y un mal presentimiento me hace salir con la bici hacia el pasillo, entre los asientos azules, para, en la estación siguiente, Varela, no salir por la puerta del furgón sino por la primera de pasajeros. Cuando el tren va a mitad de camino entre Zeballos y Varela, se escuchan los ruidos de pelea. El gordo contra otro. ¿El dueño de la bici que casi es lanzada por la puerta? No lo sé. El gordo se saca la remera y se envuelve con ella la mano derecha, como un gaucho con su poncho en un duelo criollo. Gritos. Los que no queremos tener nada que ver con la pelea salimos hacia el otro lado. El vagón va lleno de niños. Mi bicicleta estorba. Una mujer me insulta por haber puesto mi vehículo allí. Un niño queda encerrado entre la bici y un asiento; enseguida lo dejo salir. No dejan de escucharse los gritos. Lo normal sería que en el furgón, además de personas y bicicletas y cerveza y porros, haya, al menos, un arma blanca.

El tren llega a la estación Varela. Bajo, sano y salvo. Camino por el andén hacia la salida, alejándome de la zona de conflicto. El guarda, en uno de los vagones de adelante, le muestra al maquinista la bandera roja que le indica que no reanude la marcha. Luego espía hacia atrás, hacia donde está el furgón.

-En el fondo hay quilombo -le digo.

-Sí, sí -me dice-, ya les avisaron a los policías.

Salgo de la estación. Un hombre que camina a mi lado y yo vemos que un policía se acerca. Tiene algo en la mano; no distingo si es una macana o un revólver.

-Ahora se los van a llegar a la comisaría y los van a cagar a palos -me dice el tipo que camina junto a mí-. A estos que hacen quilombo en el tren ya los tienen fichado, los meten adentro y sabés cómo les dan goma...


3


Estas son las amenazantes fotos que tanta preocupación y desconfianza generaron en las autoridades, encargadas de hacer respetar la ley y el orden y de garantizar la seguridad de los usuarios del servicio público de transporte.