miércoles, 24 de junio de 2009

Bondis a Finisterre, orgullo nacional...

Así como los argentinos tenemos nuestros orgullos chauvinistas y nos creemos los creadores de la birome, el dulce de leche, el colectivo y la primera transmisión de radio (y el 6 a 0 a Perú y muchas otras cosas más, diría La Bersuit), descubro que en España existe al menos un mito similar: los españoles se creen los inventores del metegol. Lo llaman futbolín, y su creador -según ellos- fue Alejandro Finisterre, un gallego nacido en 1919 y muerto hace un par de años, en 2007.

Existen muchas versiones acerca del invento del fútbol de mesa, para usar su nombre genérico, algunas de las cuales afirman que ya existía para 1890. Eso, sumado a las curiosidades de la historia de Finisterre (por ejemplo, que patentó su creación en 1937 pero que perdió los papeles poco después, cuando tuvo que exiliarse en Francia a causa de la Guerra Civil), hacen que uno, al menos, desconfíe. La imagen de aquí al lado cuenta esa historia: es el dorso del papelito correspondiente al 8 de junio, de un almanaque de la casa de los abuelos de Mónica.

¿Habrá influido en algo el seudónimo de este hombre, que en realidad se llamaba Alejandro Campos Ramírez (y que es recordado como padre del futbolín a pesar de haber hecho más méritos, como ser el albacea de León Felipe, además de combatir para el bando republicano durante la guerra), en el título del disco de Los Redondos Último bondi a Finisterre? La frase incluye dos palabras que resumen ese tonto orgullo que argentinos y españoles solemos sentir por "lo nacional"...

Me quedo con un delirante diálogo entre Chandler y Phoebee, en un capítulo de Friends. Joey se había ido a vivir solo, y Chandler, como no tenía con quién jugar al metegol, le propone una partida a su amiga. La rubia -me encantaría tener una hermana como ella- le responde algo así como: "¿Qué es esto? ¿Veinte tipos unidos por un caño de acero, sin brazos, obligados a jugar para siempre al fútbol? Deberían intervenir los organismos de derechos humanos..."

martes, 23 de junio de 2009

[Robotech] Aquellos 36 capítulos

[Segunda entrega de la serie que anuncié en este post de hace un par de semanas]

Todo se centra y se concentra, se cifra y se prevé en los 36 capítulos que conforman la serie original: Macross. Allí se condensa la magia que generará todo lo demás.

Como en casi todas las grandes historias, hubo un elemento externo inesperado y fortuito que ocupó un papel relevante: en 1985, cuando la Harmony Gold quiso importar Macross tras su fenomenal éxito en Japón, las cadenas de TV de Estados Unidos sólo admitían series de al menos 65 episodios. Así, a causa de esa necesidad, nació la saga de Robotech.

Pero ¿qué tenía aquella serie (cuyo título completo original es "Chō Jikū Yōsai Makurosu", que quiere decir "Macross, la Fortaleza Superdimensional") para ser tan especial y revolucionar el mundo de las animaciones? Creo que, básicamente, tres cosas:

1. Una altísima calidad en sus dibujos, que superaba por lejos a lo que se había hecho por entonces;

2. Unos personajes profundos, con muchos matices, en lugar de los tradicionales estereotipos; y

3. Un guión muy bien elaborado, que no plantea la clásica e infantil batalla del Bien contra el Mal, sino un conflicto de intereses.

Además, por primera vez los mechas y sus transformaciones eran creíbles y coherentes. Pero eso no era lo fundamental: las máquinas, los aviones, sus metamorfosis y las batallas espaciales estaban puestas al servicio de la historia, cuyo eje consistía en los sentimientos de los protagonistas: los romances, los caídos en combate, los desengaños, el efecto de la música, el amor entre humanos y extraterrestres. La escena del capítulo 27 ("La fuerza de las armas" en Robotech, "El amor se aleja lentamente" en Macross) en la que los Zentraedi lanzan un ataque masivo que casi devasta la Tierra pero finalmente son vencidos por las fuerzas del SDF-1 gracias a la música de Minmei, para un fan, es tan emocionante y conmovedora como la escena de la Marsellesa en Casablanca.

Esos 36 capítulos son la serie original de Macross y, algo modificados, son también la primera saga de Robotech. A partir de ellos se desarrollaron dos universos, con una incontable cantidad de continuaciones, secuelas y precuelas, historietas, películas, OVAs, juegos, etc. Nada de todo eso existiría sin aquellos 36 capítulos, poco más de 13 horas de video, esa fantástica historia que es lo único que ambos mundos tienen en común.

Enlace: McAnime.net (allí se puede descargar la serie completa de Macross, versión original en japonés con subtítulos en castellano)

lunes, 22 de junio de 2009

No, el dólar no!!!

Como conté unos posts atrás, hace unos días estuve buceando en mi pasado, borrando mensajes viejos y salvaguardando lo poco que valía la pena. Así fue como di con un correo de Francisco que se titulaba como este post: "No, el dólar no!!!". Lo envió el sábado 14 de julio de 2001, luego de ver la foto de la derecha, tomada en algún rincón de la city porteña. Y es que, a pesar de la Ley de Convertibilidad, que llevaba vigente una década, el peso argentino y el dólar no estaban exactamente 1 a 1. Faltaban unos pocos meses para aquellas elecciones del voto bronca, el corralito, el estallido, la caída de De la Rúa...

Ahora, a pocos días de unas nuevas elecciones en la Argentina y con el dólar a 3,80 (es decir, los mismos niveles que en el peor momento de la crisis, cuando promediaba el primer semestre de 2002), no faltan quienes auguran una nueva devaluación luego de los sufragios. ¿Será? Por lamentable que resulte, no sorprendería. Sabemos que nuestras cíclicas mega-crisis económicas tienen lugar aproximadamente cada diez años: 1982/1989/2001/201¿...?

¿Tendremos que esperar la siguiente? ¿O es que, de una buena vez, podemos esperar que las cosas más o menos, un poquitito, apenas, se encarrilen un poco, para permitirnos soñar con que en algún momento futuro, a largo, a muy largo plazo, podremos tener un país mejor?

viernes, 19 de junio de 2009

Extingámonos, dale

Estoy leyendo un libro que me está, como suele decirse, partiendo la cabeza. Se llama El mundo sin nosotros, y su autor se llama Alan Weisman. Describe qué pasaría con el mundo si la humanidad se extinguiera, no por una catástrofe natural ni una hecatombe nuclear, sino simplemente qué pasaría si, de pronto, los seres humanos ya no estuviéramos aquí. Es una obra fascinante.

Pero el objetivo de este post no es hablar del libro (al que le dedicaré uno más adelante), sino contar otra cosa. Lo que pasa es esto:

Resulta que a partir de esta lectura, suelo decir que lo mejor que le podría pasar al mundo es que la humanidad desapareciera. Que nos extinguiéramos lo antes posible. Pero no lo digo en serio, por supuesto.

Ahora bien, hoy busqué en la Wikipedia el artículo sobre El mundo sin nosotros y allí hay un enlace que lo relaciona con un grupo llamado Movimiento por la Extinción Voluntaria de la Humanidad (VHEMT, por su sigla en inglés). Es decir que, una vez más, descubrí que eso que se me ocurre a mí ya se le ocurrió a otros antes y mejor. Este movimiento se creó en 1991 y no propone salir a asesinar gente para salvar el mundo, pero sí no tener más hijos. De este modo, la población de seres humanos se reduciría hasta desaparecer. Pero sin sufrimientos, claro: vive todo lo que puedas, disfruta al máximo, y luego muere. Ese es el lema del movimiento.

"La lenta desaparición de la raza humana a través del cese voluntario de la procreación le permitirá a la biósfera terrestre recuperar la salud", explica el sitio web. "El hacinamiento y la escasez de recursos se aliviarán a medida que reduzcamos nuestra densidad".

Curiosamente, la fundación del movimiento fue un año antes de la publicación de la novela The Children of Men, de P. D. James (en el cual se basa la película Children of Men, protagonizada por Clive Owen), que plantea un mundo futuro -es el año 2027- en el que no hay niños, porque han dejado de nacer. La persona más joven vive en Buenos Aires y nació... en 2009.

La mayoría de los ecologistas critican estos grupos de ideas radicales, pero que existen, existen. Este movimiento se conoce con sus siglas en inglés VHEMT (de Voluntary Human Extinction Movement), que se pronuncia habitualmente como vehement, por lo cual sus miembros se autodenominan "vehementes". Y eso piden: que nos extingamos voluntaria, masiva, vehementemente.

jueves, 18 de junio de 2009

Manías

1

Estimo que todos tenemos manías. Más pequeñas o más grandes, pero todos coincidimos en poseer al menos algunas supersticiosas convicciones acerca de que si dejamos de hacer o de llevar con nosotros tal o cual cosa de tal o cual determinado modo, algo terrible podría ocurrir. Algo así como si el destino del universo dependiera de que no pisemos los bordes de las baldosas en las veredas, de si dejamos todas las puertas bien cerradas o bien abiertas pero no entornadas, o de si el número de personas que nos cruzamos en el trayecto del trabajo a casa es par o impar. En este post confesaré una de las mías.

2

Cuando estoy en mi barrio de Florencio Varela, para llegar a mi casa, las últimas cinco cuadras las hago caminando por la calle, ya que las veredas son muy desparejas y defectuosas. El asfalto de esa calle tiene rayas de brea, cuyo sentido no me queda del todo claro, aunque supongo que tendrán que ver con la posibilidad de que el concreto tenga espacio para expandirse sin quebrarse a causa del calor del verano. La cuestión es que esas rayas de brea trazan una línea longitudinal, que parece servir de guía para los autos y de división de ambas manos de la calle, y muchas líneas transversales, a una distancia regular unas de otras.

Precisamente, al avanzar uno va cruzando esas líneas transversales, y aquí es donde mi aparece mi manía, que no consiste en evitar pisar esas líneas (algo que podría ser una manía bastante común, creo), sino en contar los pasos que doy entre línea y línea. Yendo a ritmo normal, doy ocho pasos por cada espacio entre líneas. No puedo evitar contar cuántos pasos doy entre línea y línea, y como tienen que ser ocho, muchas veces me descubro dando pasos más breves para no llegar a la raya siguiente con menos de ocho pasos, o bien doy pasos de más que luego se descuentan del siguiente fragmento, etc.

No sólo eso: además, en mi alucinada mente, mis pasos van formando segmentos, cada par de pasos un segmento, de modo tal que el primer par de pasos forma un segmento que le corresponde a la raya de brea transversal que acabo de pasar, el segundo par de pasos forma un segmento que se relaciona con la primera mitad del trazado de brea longitudinal del espacio que estoy atravesando, el tercer par de pasos se relaciona con la segunda mitad de esa raya, y el cuarto y último par de pasos, con la raya de brea transversal que estoy a punto de superar.

No es una manía obsesiva, por supuesto, pero muchas veces me descubro -repito la expresión porque es la que mejor describe la experiencia- prestando atención a eso en el plano más profundo de mi pensamiento, a pesar de que viniera (o creyera venir) concentrado en otros asuntos, como qué voy a mirar en la tele al llegar a casa, quién era el 8 de River en el equipo que ganó el Clausura 97 o la letra de una canción.

3

Y como ayer hablaba con alguien acerca de que casi nadie deja comentarios en el blog y que uno de los posibles motivos sea que mis posts son muy "cerrados", dejo este abierto y pregunto: ¿Cuál es tu manía, lector?

(Lo bueno de esto es que si, como es probable, nadie deja comentarios, puedo deducir que la manía de quienes lean estas líneas es no dejar comentarios en mi blog...)

miércoles, 17 de junio de 2009

Puta que éramos felices

Llevaba años sin prestarle ninguna atención al correo de Hotmail, usando esa cuenta sólo para el Messenger. Esta mañana decidí hacer limpieza. Tenía cerca de 1.700 mensajes sin leer. Borré toda la basura y me quedé con cosas históricas que guardo allí. Fue mi segunda dirección de correo: la primera fue una de UOL que, por supuesto, no conservo. El mail más viejo que guardo en Hotmail es uno de mi amigo Francisco, de junio de 2001.

Entre esos mensajes viejos, encontré uno del año pasado, que había leído y pensado en publicar aquí en el blog, pero que luego, cuando quise hacerlo, no logré encontrar. Ahora que lo tengo conmigo, lo pongo. Se trata de algo relacionado con este otro post: "Nos hemos vuelto gilipollas". Este otro es bien argento, y no reflexiona sobre esto en lo que nos hemos vuelto, sino que recuerda, simplemente, aquella maravilla que éramos. Aquí va el texto que viene después de muchas imágenes -algunas de las cuales reproduzco- de objetos y juegos que usábamos cuando éramos niños, allá por los años sesenta, setenta y comienzos de los ochenta:

¿CÓMO LOGRAMOS SOBREVIVIR?

Si viviste de chico en los años 60 ó 70... ¿cómo hiciste para sobrevivir? ¿Acaso sos una persona sobrenatural, o sencillamente sos todopoderoso? Aquí vas a ver las cosas peligrosas que tuvimos que pasar para llegar al siglo XXI. Realmente si uno lo piensa, se da cuenta que es un verdadero milagro seguir viviendo...

1. Tomábamos agua de la manguera del jardín o de la llave del colegio y no de una botella de agua mineral.

2. Andábamos en autos que no tenían cinturón de seguridad ni bolsas de aire. Ir en la parte de atrás de una camioneta era un paseo especial y todavía lo recordamos.

3. Nuestras cunas estaban pintadas con brillantes colores de pintura a base de plomo.

4. Cuando andábamos en bicicleta no usábamos casco.

5. Pasábamos horas y horas construyendo carritos de chatarra y los que tenían suerte de tener calles inclinadas, los echaban a rodar calle abajo y, en la mitad, se acordaban que no tenían frenos. Después de varios choques con los postes aprendíamos a resolver el problema.

6. Salíamos a jugar con la única condición de regresar antes del anochecer.

7. El colegio duraba hasta el mediodía y llegábamos a casa a almorzar.

8. No teníamos celular... así que nadie podía ubicarnos...

9. Nos cortábamos, nos quebrábamos un hueso, perdíamos un diente, pero nunca hubo demanda por estos accidentes. Nadie tenía la culpa sino nosotros mismos.


10. Comíamos pan con manteca y dulce, tomábamos bebidas con azúcar y nunca teníamos sobrepeso.

11. Compartíamos una bebida entre cuatro, tomando de la misma botella y nadie se moría por eso.

12. No teníamos Playstation, Nintendo 64, X boxes, Juegos de video, 99 canales de televisión en cable, videograbadoras, sonido surround, celulares personales, computadoras, fax y menos Internet. Solo teníamos AMIGOS.

13. ¡Ahí, afuera!, en el mundo cruel, sin guardián. ¿Cómo lo hacíamos?.

14. Salíamos, nos subíamos a la bicicleta o caminábamos a la casa del vecino, tocábamos el timbre, o sencillamente entrábamos sin golpear y allí estaba nuestro amigo y salíamos a jugar.

15. Jugábamos con una pelota de plástico, que comprábamos a medias.

16. Formábamos dos equipos y no todos llegaban a ser elegidos pero no nos agarraba ningún trauma.


17. Algunos estudiantes no éramos tan brillantes como otros y cuando perdías un año, lo repetías. Nadie te mandaba al psicólogo, nadie tenía dislexia, simplemente repetías y tenías una segunda oportunidad.

18. Si en una fiesta (que era en alguna casa) te ponías en pedo, tus amigos te dejaban en la puerta de tu casa, tocaban el timbre y salían corriendo.

19. Si por casualidad cometías alguna boludez y terminabas en cana, llegaba tu viejo y te cagaba a trompadas. Nadie de Derechos Humanos presentaba un recurso de amparo en tu favor y los canas se mataban de risa.

20. Cuando tus viejos te retaban por alguna cosa, no los demandabas por violencia intrafamiliar; sencillamente te quedabas callado y pensabas “qué macana me mandé”.

21. Teníamos libertad, fracasos, éxitos y aprendimos a manejarlos.

¿VOS SOS UNO DE ESA GENERACION?

Si lo sos, entonces enviá este mensaje a tus conocidos de tu misma generación o a la gente más joven para que sepa como éramos antes.

Seguro que dirán que éramos aburridos, pero...

¡¡¡PUTA QUE ÉRAMOS FELICES!!!

martes, 16 de junio de 2009

El juego de las ¿siete? diferencias entre votar aquí y allá

1

Hace nueve días, el domingo 7 de junio, fueron las elecciones para el parlamento europeo. En España el 55% del electorado se abstuvo de ir a las urnas, en una jornada en la que la mayoría de la gente no sabía muy bien qué se votaba, ni qué consecuencias podrían tener los resultados, etc. Ganó el opositor y de centroderecha Partido Popular (PP), con un pequeño margen por sobre el partido en el gobierno, el PSOE. Entre ambos partidos mayoritarios concentraron 4 de cada 5 votos. La tercera fuerza fue, con un 5% de los votos, la Coalición por Europa (CEU), formada por varios partidos nacionalistas autonómicos (los principales, el Partido Nacionalista Vasco, Convergència de Catalunya y Unió Democràtica de Catalunya), y en el cuarto puesto quedó, con poco más del 3%, la Izquierda Unida.

Pero la intención de este post no es hacer un resumen de los resultados electorales, sino contar mi pequeña experiencia. La acompañé a Mónica a votar y me quedé asombrado con las diferencias en las formas de llevar a cabo la fiesta de la democracia (???) en España y en la Argentina.

2

Entramos a la escuela, donde había muy poca gente (en parte porque era cerca del mediodía, la gente estaría almorzando). Apenas dos policías en la puerta. Al entrar estuvimos en el patio y allí, sobre unas mesas y a la vista de todo el mundo, todas las boletas. El votante llega, se para frente a ellas y allí mismo toma la de su elección, la mete en un sobre que toma de una pila de sobres, ni siquiera pega la solapa del sobre sino que lo cierra sólo plegándolo, entra al salón donde están las autoridades de mesa, entre su DNI, lo buscan en la lista, hacen junto a su nombre una marquita que significa "ha votado", el votante mete el sobre en la urna, listo el trámite, se va a su casa.

Le expresé a Mónica mi asombro, le conté un poco cómo funcionan las cosas allá y le pregunté si no había una forma de que el voto sea realmente secreto. Entonces me señaló a un costado, donde había una estructuras metálicas cubiertas por unas cortinas, algo parecido a los probadores de los puestos de ropa de las ferias como las de La Salada o la de Zenzabello, en Varela. Esos son los cuartos oscuros. Pero están de adorno, porque nadie los usa. Y como nadie los usa, no hay boletas allí dentro, están todas afuera.

3

A mí no me gusta estar haciendo comparaciones todo el tiempo, pero ¿cómo evitar compararlo con las elecciones argentinas, en las que las escuelas están llenas de policías por todas partes, donde ante la menor alusión o referencia a un partido uno corre el riesgo de que no lo dejen participar acusándolo de "voto cantado", donde los sobres te los tienen que dar las autoridades de mesa, quienes los tienen que firmar mitad en el cuerpo y mitad en la solapa y se pasan todo el día escudriñándose como jugadores de póker y gruñéndose como perros callejeros?

Y no quiero decir que los españoles sean nenes de pecho ni una raza mucho más civilizada ni ninguna boludez por el estilo. Aquí también abundan la transa y la corrupción, la mentira y la estafa, la deshonestidad y la trampa. Pero simplemente eso, ¿cómo evitar pensarlo?: si los punteros compran miles de votos en el Conurbano con choripanes y cocacolas, con promesas falsas y extorsiones reales contra la gente pobre y semianalfabeta a la que arría como ganado, ¿qué atrocidad no cometerían si no hubiera cuartos oscuros y uno tuviera que tomar la boleta y meterla en el sobre frente a la mirada de ellos?

domingo, 14 de junio de 2009

Un lugar llamado Hemingway

dedicado a mis amigos, convenientemente mencionados
y vasos y besos y cerveza Antares
bien fría, y panqueques con frutilla
y dulce de leche en
un lugar llamado Hemingway

allí no todos son mis amigos
porque uno no puede ser amigo de todos
pero sí algunos, y eso
es lo que cuenta, lo que vale, lo que
tiene sentido
cuando uno está sentado
a una mesa, bajo las sombrillas,
o en el patio del fondo, sobre
el piso de madera de
un lugar llamado Hemingway

me enamoro de las mozas
-cada noche de una distinta
o de la misma, da igual, y tienen hijos o
adoptan alas de ángeles, rubias,
morochas, pelirrojas, Facundo
dice que todas las pelirrojas están buenas-
que trabajan en
un lugar llamado Hemingway

atan un perro en la puerta
que no ladra ni muerde, y cuando
hay mucha gente la antesala
de los baños
reserva todo tipo de curiosas situaciones
ofertas difíciles de rechazar
y de cumplir,
y todo eso sin contar que queda cerca
la wafflera en cuya casa
también viven María José y Mauricio, porque
todos los caminos conducen
a ese lugar llamado Hemingway

y fiestas y campanas que doblan
sin viejos ni mar
en Madrid no se consigue
lo que en Florencio Varela, en
un lugar llamado Hemingway

viernes, 12 de junio de 2009

Robotech, esa maravilla

Ayer terminé de ver por tercera vez la magnífica serie Robotech. Digo por tercera vez porque la vi en tres etapas de mi vida: en la infancia, en la tele blanco y negro de mi casa del barrio San Jorge, en Florencio Varela; en la adolescencia, ya en colores y por TV por cable; y ahora, treintañero, por YouTube. No tengo problemas en reconocer que me encanta. Soy fan. Próximamente la revista ecuatoriana Mundo Diners publicará un artículo mío sobre la serie.

Hace años había publicado algunas cosas sobre Robotech aquí en el blog, uno cuando me enteré de que Retro la repondría en la tele argentina y otro simplemente porque me dieron ganas de que estuviera aquí la introducción. Por esa misma época, la productora Harmony Gold (la responsable de copiar y pegar tres series japonesas sin ninguna relación argumental entre sí para crear esta saga épica) remasterizaba Robotech, que ahora tiene mejor sonido, más calidad de imagen y otras voces. Todo muy bien, sólo que quienes crecimos escuchando las voces de los ochenta de Rick Hunter, Lisa Hayes y Minmei no podemos aceptar que ahora hablen de otro modo. Esta es la intro de la versión remasterizada:



Internet es una maravilla: permite acceder a muchísimo material para Robotech, esas cosas que durante años eran algo que uno podía enterarse de que existía (por alguna revista, por algún rumor que le cuenta un compañero...) pero a las que jamás podía acceder. Ahora está todo acá. Y me siento como un niño con juguete nuevo.

Y además Robotech me ha generado una serie de reflexiones que intentaré ir escribiendo y publicando aquí en el blog. Ojalá haya interesados.

martes, 9 de junio de 2009

El nuevo Bucay

Sorpresa: eso fue para mí encontrar un ejemplar de Historias de diván, el libro de Gabriel Rolón, en el escaparate de una librería cristiana de Madrid (San Pablo, en la plaza de Jacinto Benavente), pero más aún ver la faja que la adorna. Sí, dice simplemente eso: "El nuevo Bucay".

La cita es de Newsweek, y me imagino que los editores habrán notificado al autor acerca de ese texto. El ladrón de Bucay tiene aquí bastante prestigio, la gente en general no conoce del caso de plagio que en la Argentina lo hundió, y sus libros se venden como pan caliente, pero ¿qué habrá pensado el ex compañero radial de Dolina? ¿Estará de acuerdo? ¿Tan bajo tenía que caer? ¿Qué pensará Dolina?

Ojo, que con esto no lo juzgo a Rolón. Yo no sé qué haría en su lugar. Quizá fue una imposición necesaria para que lo publicaran aquí en España. Y en ese caso me parece justificado (no sé si correcto, pero justificado) aceptar. Pero no puedo evitar hacerme esas preguntas...

viernes, 5 de junio de 2009

El valor del alma

«[El diablo] me aconsejó que no me precipitara porque el alma de los desesperados vale muy poco, como vale poco el amor de quienes se entregan para obtener a cambio un fin que no guarda relación alguna con el amor. Las que sirven de verdad son las almas de aquellos que le prestan valor al espíritu, los que empiezan por creer que el espíritu existe y continúan convencidos de que sin espíritu se condenarían. Como el dinero, el alma es una abstracción que va generando su propio valor.»
Juan Bonilla, "A veces es peligroso marcar un número telefónico"

«¿El alma? Por favor, ¡eso del alma no existe! Lo inventaron para asustar niños, como el Coco o Michael Jackson.»
Bart Simpson

jueves, 4 de junio de 2009

"Es sólo traducir, no hay que inventar nada"

1

Esta es la historia de una persona que en una época trabajaba como empleado para una red de blogs, y que por entonces tenía un jefe.

La red de blogs les pagaba una miseria a sus redactores: 1,10 euro por cada post, en general de una extensión de entre 200 y 250 palabras. (Es lo que pagan en general estas empresas: lo pueden comprobar ingresando en la web de ofertas laborales Find a Blogger.) El empleado de nuestra historia no era un redactor sino que desarrollaba otras funciones, por lo cual tenía un sueldo decente; entre esas otras funciones estaba la de reclutar nuevos redactores para que escriban posts por 1,10 euro cada uno.

La cuestión es que un día el jefe le informó al empleado que un par de blogs de la red comenzarían a tener su versión en inglés, para ganar visitas (y, por ende, aumentar los ingresos por publicidad). Y que, para eso, hacía falta un traductor que pasara los textos de los posts al idioma de Shakespeare.

-Consigue un traductor -dijo-. Lo más barato posible, no más de 1 euro el post. Si pagamos 1,10 cada post, esto tiene que ser menos, que es sólo traducir, no hay que inventar nada.

2

El empleado se lanzó en la búsqueda de un traductor. Le ofreció el puesto a varios y de ninguno tenía respuesta. Una conocida le preguntó por el trabajo y dejó dejó de preguntar cuándo se enteró del dinero que se pagaría. Hasta que por fin alguien le habló al empleado con claridad. Le puso en un mail:

"Buenas tardes, no sé si te has dado cuenta del precio que me propones, es ridículo. Te comento, el trabajo de traducción se cobra por palabra traducida y mi tarifa por traducir de castellano a inglés asciende a 0,085 € / palabra traducida."


El empleado no pudo menos que sentir vergüenza ajena (y un poco propia también, claro) ante la situación. Le informó de esto al jefe, quien sólo respondió dos palabras: "Muy caro". Claro, le estaban pidiendo entre 17 y 21,25 euros por textos por los que él no quería pagar más de 1.

Finalmente el propio jefe consiguió un traductor, al que le pagaría 1 euro por texto. Es decir, justo en el límite que él había impuesto por "sólo traducir", ya que "no había que inventar nada".

3

Recordé esta historia hoy, al leer una noticia sobre Babelic.com, una empresa que hace "traducciones a bajo coste". Para Babelic.com, el costo más bajo posible es de 2 céntimos por palabra, el cual implica el nivel más bajo de traductor y de calidad, y además las traducciones son hechas introduciendo el texto en un editor (como en cualquier traductor automático de la web), y no sobre archivos de Word, pdf, etc.

Es decir: para Babelic.com, en lo más barato posible, lo de menos calidad, lo de menos servicio, traducir un post de 200 palabras costaría 4 euros. El traductor de mi historia, en cambio, quien no sólo tendría que traducir el texto sino publicarlo en el blog, agregar una foto, introducir etiquetas y categorías, etc., costaba 1 euro. Cuatro veces menos. Claro, si total es sólo traducir, no hay que inventar nada...

¿Y a Babelic.com le llaman low cost? Qué dirían entonces si hablaran del jefe de mi historia...

miércoles, 3 de junio de 2009

Cuántos libros leemos

Hace unos meses hablaba con un amigo en la Argentina con quien siempre conversamos de los libros que estamos leyendo y de los que hemos leído recientemente, nos hacemos comentarios, recomendaciones, etc. En esta ocasión surgió el tema de qué y cuántos libros leemos. Él me dijo que varias veces había planeado (y nunca lo había hecho) anotar los libros que iba leyendo, para llevar una cuenta. Yo le dije que precisamente un tiempito antes había comenzado a hacerlo, aquí mismo, en el blog. Es un recuadrito que está en la barra de la derecha, abajo. Las únicas personas de quienes me consta que leen tal sección son este amigo y mi hermano.

Hablando ese día de la cantidad de libros, le dije que también yo me preguntaba cuántos leíamos y cuántos equivalían a "muchos". Y le comenté mi referencia: Stephen King, en Mientras escribo -su libro mezcla de memorias y manual de escritura- dice que alguien que aspira a ser un escritor debe leer, al menos, unos 80 libros al año. ¿Y cuántos leía yo?

Es cierto, yo había empezado una lista de los libros que leía, pero esa lista no incluía fechas. No me servía para mucho en este sentido. Hasta que tuve una referencia, una fecha en concreto: la noche del 30 de noviembre del año pasado comencé a leer Manual de perdedores, de Juan Sasturain. Decidí entonces que cuando se cumplieran seis meses, esto es, a fin de mayo, contaría cuántos libros había leído durante el semestre.

Al aproximarse la fecha, tenía la sensación de que había superado ampliamente la cifra de 40, que se correspondía proporcionalmente con la indicada por King. Y yo mismo me rebajaba: es que hubo varios de poesía, que se leen más rápido, novelas cortas... Creo que esta fue una etapa muy fructífera para mí en cuanto a lecturas, una de las -en este sentido- más aprovechadas (por llamarlo de algún modo) de mi vida.

Y sin embargo, resulta que no llegué a esa marca. Los libros leídos durante estos seis meses suman 37. A razón de uno cada casi cinco días. Hubo libros de poemas y novelas cortas, sí, aunque también tochos de investigaciones periodísticas y novelas extensas. También cuentos. Y por supuesto, lecturas sueltas aquí y allá no consideradas en este recuento: aquí solo incluyo los libros leídos completos, de cabo a rabo.

¿Son muchos 37 libros en un semestre? Qué sé yo. Como todo: de según cómo se mire, todo depende.

martes, 2 de junio de 2009

Un picnic al lado de San Martín

El domingo, con la excusa de celebrar el 25 de mayo, la Casa Argentina de Madrid convocó a los argentinos residentes aquí a un encuentro. Habitualmente ellos organizaban una choripaneada en el Colegio Mayor Argentino, ubicado en la calle Martín Fierro (nada es casualidad, seguramente), pero esta vez lo cambiaron por un picnic en los aledaños de una estatua de San Martín que está en el Parque del Oeste, cerca de Moncloa.

El día estuvo buenísimo, con sol y calorcito, ideal para pasarlo tirado a la sombra de los árboles sin hacer nada más que tomar mate, comerse unos sánguches, jugar a las cartas y, por qué no, charlar un poco con amigos y compatriotas. No hubo mucha gente, aunque tampoco estuvo tan mal: habremos sido en total unas treinta y tantas personas. Yo fui sin muchas más expectativas, y la verdad que la pasamos bien, aunque el tema no parecía demasiado organizado. Por ejemplo: el anunciado puesto de venta de facturas y tartas consistió en una mujer que cada tanto se paseaba por entre la gente, bandeja en mano, ofreciendo medialunas a un euro cada una (caras, pero porque lo recaudado iba a favor de la comunidad de indios ranqueles en la Argentina).

Incluso tuvimos suerte y nos fuimos de allí con regalo: Mónica se ganó el ejemplar de A veinte años luz, de Elsa Osorio, que rifaron los organizadores.

Y nos sacamos esta foto:

Agachados, de derecha a izquierda: Francisco, Mónica y yo
(click sobre la imagen para agrandarla).

lunes, 1 de junio de 2009

Viejo, ya caminas lento...

La última vez que se había subido a un tren, los vagones eran de madera. Por eso, y porque tenía ganas de visitar Madrid -donde hace tantos años hizo el servicio militar- el abuelo de Mónica vino de visita el sábado. Lo trajeron, debo decir, porque ya está bastante mayor y la verdad es que le cuesta andar: se cansa.

"Es como si no estuviéramos andando", dicen que dijo cuándo le preguntaron qué le parecía viajar en ese tren. Claro, no se movía para nada: era un Avant, uno de esos modelos que sólo se diferencian al AVE (Alta Velocidad) porque van apenas más lentos. Pero en cuestión de comodidad, son casi como un avión sobre rieles. Hay que mirar por la ventanilla para darse cuenta de que uno se está moviendo a ciento y tantos kilómetros por hora (tarda 31 minutos para recorrer los 92 kilómetros que separan Madrid de Segovia).

Luego recorrió el centro de la ciudad. En metro hasta la Puerta del Sol, desde allí caminando hasta la Plaza Mayor, y luego bajó un poco más hacia el lado de La Latina. Con paradas intermedias: para tomarse un refresco, para descansar, para comprarse una gorra que le mostrará a todo el mundo en Cantalejo, su pueblo, en la provincia de Segovia, donde ha vivido toda la vida. "La compré en Madrid", se enorgullecerá al contarlo.

Y después llegó el turno de volver. En la última parte del paseo, don Pepe estaba realmente cansado. Se le notaba. Yo estuve con ellos hasta el momento en que se iba a subir al tren. En ese momento le saqué la foto que acompaña estas líneas. Seguramente el hombre durmió casi todo el viaje de vuelta.

Me quedé pensando en lo mucho que nos parecemos a niños cuando envejecemos. Exigimos atención y cuidados cada vez más especiales, nos volvemos frágiles, delicados, no podemos andar mucho, nos repetimos. Caminamos lento, como dice la canción. Quizá la principal diferencia sea que los héroes de las hazañas que contamos de viejos no son nuestros padres o hermanos mayores, sino las personas que fuimos cuando éramos jóvenes, cuando éramos los reyes del mundo.