viernes, 29 de mayo de 2009

Una película del diablo

Estanislao Zeballos fue para mí mucho antes una estación de tren que un caballero argentino que escribió algunas cosas y ejerció la función pública en el siglo XIX. A través de la invitación de la Casa de América para asistir a la presentación de la película El país del diablo, el martes pasado, me enteré de que había formado parte de las expediciones inmediatamente posteriores a la llamada "conquista del desierto", la campaña de genocidio planificada y llevada a cabo por Julio Argentino Roca contra las tribus autóctonas del país. Su objetivo fue trazar un mapa "científico" de los territorios que habían pertenecido al indio y que, desde entonces, en su mayoría, les pertenecen a un puñado de terratenientes.

Lamentablemente, la película -de Andrés Di Tella, que estuvo presente el martes- es malísima. Es un documental que arranca como si Di Tella se creyera Michael Moore, reclamando un exceso de protagonismo que no le cuadra, porque no tiene carisma, no resulta gracioso ni atractivo para el espectador. Hay largas escenas totalmente prescindibles (una conversación telefónica del todo intrascendente al costado de la ruta con alguien que uno no sabe quién es, hasta que Di Tella se despide y le dice "mi amor"; la llegada a los pueblos, algún otro diálogo) y, como contrapartida, escasean las explicaciones: se muestran imágenes y se menciona casi a la pasada la zanja de Alsina, ese fastuoso delirio imaginado en 1876 por el entonces ministro de Defensa de la Nación. Pasan por la pantalla valiosos documentos, como la correspondencia del cacique Calfucurá, que son manoseados impiadosamente por el director, sin ningún cuidado.

En la segunda parte de la película el director, que antes parecía afanoso en tener protagonismo, se pierde. Ya casi no se lo ve. Hay una escena tan larga como tediosa e incomprensible de un rito que realizan los actuales descendientes de los ranqueles, en tomas nocturnas que apenas se adivinan; cargan a unos perros en la caja de una camioneta y no se entiende por qué...

Y así la película se va, termina. Por fin, tiene uno la sensación. Una película puede ser muy aburrida pero estar bien. También puede ser mala pero no tan aburrida. Cuando un documental es muy pero muy malo, como este, aburre mucho aún a los más interesados en el tema, y los deja con un poco de rabia, pensando en lo bueno que se pudo hacer y en lo malo que se hizo.

jueves, 28 de mayo de 2009

Artesano

No sé cuánto habrá tardado el viento
en estirar la llanura como
sigue haciéndolo

arrastra la tierra, trabajo de hormiga,
silencio de obrero, no tiene a quien
contarle sus triunfos pequeños,
artesanales

los barrios lo sufren
pero lo dejan hacer, lo reconocen
como a un hermano

En la cima del mundo

El preciso instante en que Messi llega a lo más alto del fútbol. Sus 169 centímetros saltan como nunca, se elevan hasta las estrellas y más allá, más alto de lo que nadie puede hacerlo hoy. Ahora sí indiscutiblemente es el rey en el panteón del fútbol: el mundo se rinde a sus pies.




miércoles, 27 de mayo de 2009

Algunas postales de una tarde entre caballos

El último fin de semana se desarrolló el 99º Concurso de Saltos Internacional, en el Club Villa de Madrid. El sábado estuve allí con mi amigo Francisco -quien consiguió las entradas- y tomé algunas fotos.


Este es Robert Smith, el inglés que ganó la primera serie que vimos, segunda de la tarde. La tercera y final, la más importante (incluso estuvo presente Ruiz Gallardón, el alcalde de Madrid), la ganó una jocketa yanqui.


El momento en que el caballo se estira para superar las vallas; estas últimas promocionan la campaña para que las olimpíadas de 2016 se realicen en Madrid.


Otro salto. De fondo, las banderas de los países de donde provenían todos los concursantes. La segunda de izquierda a derecha es la argentina.


Otro salto.


Por supuesto, la gente que va a estas cosas es súper cheta/pija, como dicen acá (con perdón). Aquí, una señora que se protegía de la molesta llovizna con su paraguas.


Las niñas con sus botas de montar. Qué nivel.


Y, como no podía ser de otra manera, la presencia argentina. Dentro de poco escribiré un post sobre algo que no deja de pasarme: cada vez que salgo a la calle, en cualquier lugar de Madrid, me cruzo con alguien con una remera, la campera, un gorro, lo que sea, que dice Argentina. En este lugar vi a dos personas: el primero con una campera con la bandera en la espalda.


Y el segundo, con un buzo:


Y había hasta un puesto con productos argentinos. Es que, claro, nuestro polo es de exportación...

Recambio

Yo creo que River está tocando fondo. No me animo a decir que ya tocó fondo, con todos estos fracasos, eliminaciones, goleadas en contra, etc., porque varias veces ya lo dije y luego el mismo plantel me demostró que podía caer aún más bajo. Creo que se debe cambiar completamente el modo de dirigir el club y, en lo referente a los futbolístico, hacer una depuración completa del plantel. Algo como lo que está haciendo Gallego en Independiente, pero de modo más prolijo; es decir, que terminado este campeonato, se les diga a los prescindibles: "Muchachos, búsquense equipo, porque acá no juegan más".

Los que, a mi criterio, deberían irse indefectiblemente: Barbosa, Ojeda, Cabral, Gerlo, Nico Sánchez, Quiroga, Villagra, Abelairas, Archubi, Barrado, Nico Domingo, Robert Flores y Rosales. Sin dudarlo.

Luego hay un segundo grupo con el que habría que sentarse y plantear seriamente si están dispuestos a continuar pero cambiando el chip: Vega, Ferrari, Ahumada, Augusto Fernández y Fabbiani.

Y, por otra parte, el pequeño grupo de los que, por calidad, presencia, historia e incluso importancia simbólica, podemos llamar imprescindibles, en torno a los cuales debiera reconstruirse el equipo: Gallardo, Falcao, el Burrito Ortega y Buonanotte.

Si nos sacamos de encima a los 13 del primer grupo, vendiéndolos y sacando algo de guita, ¿no se puede reforzar el equipo con tres o cuatro jugadores buenos de verdad? Un refuerzo por línea, pero jugadores de real categoría. Y si hay que invertir dinero, se lo invierte. Lo que no se puede seguir haciendo es comprando tipos de medio pelo, a los que no les da el cuero para jugar en River. Si hiciera una lista de los jugadores medio pelo comprados durante la gestión Aguilar, me saldría un post más largo que este. Se compra un jugador bueno por línea (uno o dos zagueros, un volante, un delantero) y se arma un equipo que juegue bien, con el aporte de los pibes que vienen haciendo tan buenas cosas en las juveniles. Y se les da tiempo. En un par de años, volvemos a tener el mejor equipo de la Argentina y uno de los mejores de América.

¿Que no se puede esperar un par de años? ¿Y cuántos pares de años hace que venimos esperando un equipo que juegue bien?

martes, 26 de mayo de 2009

Oficio terrestre

Caminando hace poco por Valladolid di con una librería de viejo. En las ciudades españolas las librerías de viejo son mucho menos comunes que en la Argentina, y sus esporádicas apariciones en mis paseos suelen ser motivo de una secreta euforia. Esta de la que ahora les hablo, además, está en una situación particular, en una pequeña construcción que está metida en una plaza; es una cosa muy rara. Pero bueno, ahí está, y allí entré, con la siempre renovada ilusión de encontrar algo valioso por poco dinero.

Y vaya si lo hallé. Ese oficio terrestre de los bibliófilos que es revolver entre los viejos ejemplares en busca de un tesoro escondido que no sabemos qué es hasta que lo encontramos, me deparó un ejemplar de la segunda edición del libro Los oficios terrestres, de Rodolfo Walsh, Editorial Jorge Álvarez, 1966. Le pregunté al señor librero -un caballero vestido con elegancia y que lleva muchos años en este mundo, evidentemente- por su precio y me dijo "un euro y medio". Así que me lo llevé, por lo que cuesta una caña de cerveza. Y fui feliz, del modo en que somos felices solamente los que andamos por la vida a la espera de que una librería de viejo nos salga al paso.

lunes, 25 de mayo de 2009

Tristeza

Anoche me conecto a internet y, por chat, sin que medien saludos ni introducciones, un amigo me dice desde Argentina: "¿Te enteraste?". "¿De qué?", respondo. "Entonces no te enteraste", dice. Y luego me da una de esas noticias terribles, me cuenta que pasó una de esas cosas que no deberían pasar. Murió una chica conocida de ambos. No diré que era mi amiga, pero sí muy conocida, una chica con la que yo había conversado muchas veces, con la que compartido cosas, habíamos coincidido en muchos lugares, con amigos en común... Tenía 24 ó 25 años, creo, no estoy seguro. Hace poco se había recibido de abogada y se había ido a vivir sola a Buenos Aires. Encontraron su cuerpo en el baño de su departamento; hasta anoche no se sabía la causa de la muerte (en el momento en que escribo esto, ya deben saberla). La noticia me impactó muchísimo. Me shockeó, me llenó de incredulidad primero, de desazón después... Entré a su perfil en facebook, pensé en escribir algo allí, no lo hice. Al rato el mismo amigo que me dio la noticia me contó que sintió la necesidad de hacerlo, y que varias personas hicieron lo mismo. Sin ponerse de acuerdo. Mensajes cariñosos, de despedida. Con mi amigo hablábamos después de cómo las nuevas formas de comunicación se meten en nuestras vidas: facebook convertido en espacio de mensajes para quien acaba de irse. Yo le decía que en mi mente, como quien recontruye una y otra vez el momento en el que personalmente le dan una mala noticia, no paraba de repetirse la imagen de la pantalla de la computadora con la ventana del chat y allí sus palabras, su mensaje: "murió...". No lo puedo creer. No puedo dejar de pensar en lo mal que la debe estar pasando su familia, en el horror de quien se la haya encontrado, en la tristeza indescriptible que debe significar. Recuerdo las últimas veces que la vi, que hablé con ella. "¡Qué bueno!", me dijo con alegría sincera por mí cuando le conté que había comenzado una pasantía en Clarín. Hace unos meses comentó una foto mía que puse, precisamente, en facebook. Yo le respondí. Ese fue mi último contacto con ella. Ahora la seguiré teniendo como contacto en facebook, aunque ella ya no esté para actualizar nada. Mi amigo recordaba la última vez que chatearon: se dijeron el clásico "un día tenemos que juntarnos a tomar unos mates". Él había coordinado un grupo del que ella formó parte hace unos diez años; ella era, por entonces, poco más que una nena. Yo también coordiné, en 2002, un grupo en el que participaba ella. Durante todo el año. Qué horror. Qué pena. Me pregunto por qué pasan estas cosas. No hay respuesta. Qué día más triste.

viernes, 22 de mayo de 2009

Perturbaciones

Anoche estuve en la presentación del libro Perturbaciones, una antología de cuentos fantásticos españoles (más o menos) contemporáneos. Los presentadores -el editor, el antólogo y tres de los cuentistas seleccionados- nombraron mucho a Borges, Cortázar y Bioy Casares, lo cual representa una idea clara de la importancia de la literatura argentina en el ámbito. También me llamó la atención la insistencia (lo dijeron por lo menos cuatro o cinco veces) en diferenciar el fantástico literario tradicional, como los de las obras de esos autores argentinos, de lo que hoy puede encontrarse en los anaqueles de las librerías bajo el rótulo de fantástico: las obras de Tolkien y sus cientos, miles de seguidores.

Después fui con dos amigos -español él, uruguaya ella- a tomar algo por ahí. Ella, además de ser uruguaya, vive en Bilbao, por lo cual aproveché para preguntarle cómo (se) vivió en el lugar la final de la Copa del Rey la semana pasada entre el Athletic y el Barsa. Me contó que la ciudad también sufrió perturbaciones. Fue casi un día feriado; toda Bilbao se paralizó, hubo actividades en las calles, el metro -que habitualmente termina sus servicios a las 23- anduvo casi toda la noche, etc.

Esa noche ella estaba en casa de amigos, y allí vio el primer tiempo del partido. Quiso aprovechar el entretiempo para ir a su casa (en Barakaldo, un pueblo que queda al lado de Bilbao y al que se accede por medio de una de las dos redes de metro); cuando bajó al andén lo encontró lleno, llenísimo, y no pudo viajar en el primer tren que llegó, por lo cual decidió esperar el siguiente. Pero no hubo siguiente. Una persona de seguridad le dijo que el siguiente llegaría 50 minutos después, cuando terminara el partido, y que no podía quedarse dentro de la estación esperándolo, porque la estación se cerraba. TODOS se iban a mirar el segundo tiempo. Como se quedó sin metro, ella se volvió a la plaza a mirarlo, también, en pantalla gigante; lo malo fue que en lo que tardó en hacer el trayecto el Barsa metió los tres goles que sellaron el 4-1...

Como todo tiene que ver con todo, volví a casa y prendí la tele y allí estaba Andreu Buenafuente haciendo un viaje en avión Barcelona-Barcelona, como la Copa y la Liga y ojalá la Champions. Y después de que una uruguaya me hubiera hablado de fútbol, me fui a dormir con un 1-0 parcial de Defensor Sporting en Buenos Aires. Esta mañana comprobé lo agradable de la sensación de que lo que empieza bien, termine bien.

[ PD: El blog está muy futbolero últimamente, lo reconozco. Pero bueno, es lo que hay. Y se viene un post sobre los jugadores que creo que tienen que irse de River cuanto antes. Es una especie de catarsis, je. ]

jueves, 21 de mayo de 2009

Geografía española

Me pasaron una página web donde se puede jugar para ver cuánto sabe uno de geografía. Hay muchos mapas, pero probé mi conocimiento sobre España. Las provincias argentinas las ubico todas y de las del resto del mundo no ubico casi ninguna, así que la única prueba que tenía cierta gracia era la de aquí.

España tiene un total de 52 provincias (47 en la península, tres insulares y dos dominios en África). En el juego, te dan el mapa en blanco y arriba comienzan a aparecerte los nombres de las provincias. Hay que hacer click sobre la región que creés correcta. Si te equivocás, tenés dos chances más. Si te equivocás tres veces, perdés. ¿Cómo me fue? Acerté 36 en el primer intento, 8 en el segundo, 3 en el tercero, y en 5 casos me equivoqué tres veces y cuentan como erróneas. En el mapa se ven con una cruz roja:

Y la verdad que creo que no estuvo tan mal, al menos para mí que llevo menos de dos años aquí y que nunca me puse a estudiar específicamente la división política (la fui aprendiendo de a poco y como quien no quiere la cosa). Aunque quizá sea muy condescendiente conmigo mismo y sí haya estado mal. No lo sé, no sé con quién compararme...

miércoles, 20 de mayo de 2009

Caminos

1

Vi la película Camino, gran ganadora en la última edición de los premios Goya. Se llevó seis estatuillas: mejor película, director, guión original, actriz principal, actor de reparto y actriz revelación. El filme cuenta una historia "inspirada en hechos reales": los de la vida de Alexia González-Barros, una chica que murió en 1985 (poco antes de cumplir 15 años) a causa de un cáncer que la hizo vivir una dura agonía de varios meses. Lo que distinguió a esta de otras historias fue que su familia era muy religiosa y formaba parte del Opus Dei, y que todos ellos vivieron esos últimos y la muerte de un modo particular: preparándose para ir al Cielo con Dios.

La web oficial de Alexia dice que ella pasó sus últimos meses "esforzándose por conservar la fortaleza, la paz y la alegría a lo largo de su dura enfermedad", y que "esto era fruto de su fe, de su esperanza y de su amor a Cristo. Luchó hasta el final porque amaba la Voluntad de Dios con toda su alma y le había dado su corazón libremente y por entero al Señor".

Hace años a mí me contaron la historia de una chica que aceptó su enfermedad y se preparó para la muerte como si fuera para un fiesta. Supongo que me hablaron de Alexia. Recuerdo que no me gustó nada, y que lo dije, y hasta el día de hoy me sigue pareciendo algo horrible, algo que no quisiera para mí ni para nadie de los que quiero. Vivir la muerte como una fiesta se parece demasiado a hacer un culto a la muerte. Y yo, de la muerte, soy enemigo.

2

Como no podía ser de otro modo, la película generó polémica dentro de la Iglesia Católica y en particular dentro del Opus Dei. También se quejó la familia de Alexia. Los hermanos de ella (sus padres ya murieron) se enojaron con el director, Javier Fesser, quien no les informó sobre la realización de la película -ellos se enteraron por la prensa- y luego no accedió a su pedido de que retirara el nombre de Alexia al final de la película, cuando ésta aparece "dedicada" a ella.

La Iglesia y el Opus protestaron porque, según ellos, la película da una idea distorsionada de sus actividades. Si uno se deja llevar por el filme, en efecto le queda la sensación de que los miembros de la institución son muy malos: los curas, las monjas, la madre de la niña.

¿Hay gente así de malvada dentro de la Iglesia? Sí, seguro que la hay. ¿Hay personas que optan por vivir dentro de la Iglesia pero que a la larga son víctimas de los engaños y la opresión de sus responsables, como la hermana de la protagonista en la película? Seguramente, también.

Cuando yo formé parte, hace años, de grupos de la iglesia católica escuché decir cosas muy feas, barbaridades; yo las recibía con espíritu crítico, con ciertas ideas previas claras, con miras muy abiertas, etc., que me hacían quedarme con lo que consideraba bueno y dejar de lado lo que me parecía nocivo y perjudicial. Pero personas que recibían esos mensajes sin una base sólida sobre la cual apoyarlos terminaron sufriéndolos, en mayor o menor medida les generaron traumas que luego les costó mucho superar o que quizá no pudieron superar nunca. Y eso es terrible.

3

Cada uno puede tener la opinión que quiera sobre las cosas. Está claro cuál es la opinión que Fesser quiere expresar respecto del Opus Dei. Pero la película incurre en un problema narrativo: el maniqueísmo con el que presenta a sus personajes. Según el filme, todos los miembros de la Iglesia son muy, muy malos. No tienen matices, no hay en ellos ningún buen sentimiento: todo es interés, egoísmo, maldad, proselitismo y búsqueda de solazarse en el dolor. Y los personajes con los que hace que el espectador se encariñe son las víctimas de esa mala fe: Camino (así se llama la protagonista), su hermana, su padre, el chico que le gusta. En ellos no hay ningún rasgo malo: ningún gesto, nada, todo (salvo la ligera rebeldía esbozada por la protagonista) es sumisión y sufrimiento.

Y eso le quita fuerza a la película como película. Hasta para los que somos agnósticos y tenemos muchas críticas y objeciones para con la iglesia y sus actos, los retratos que en Camino se hacen de sus miembros resultan exagerados. Sería mucho mejor si uno pudiera reconocer en la historia no a personajes malvados de cuentos de hadas -como las hermanas de Cenicienta, que aparecen en la trama como si la película se parodiara a sí misma- sino a los malos de carne y hueso, esos de los que la gente ve todos los días en la vida real, en la televisión, en los diarios, en la Iglesia, en la casa de al lado o al mirarse al espejo.

En general, la gente no es tan buena ni tan mala, así como ni en la iglesia ni en la mayoría de las agrupaciones que los seres humanos organizamos todo el mundo tiene opiniones tan fuertes, tan monolíticas y tan atroces como la película muestra. Al menos eso es lo que me dictan el diablito y el angelito de mi experiencia, hablándome al oído, cada uno parado sobre uno de mis hombros.

El infierno de los periodistas

Un aviso para promocionar el periódico uruguayo Últimas Noticias. Me gusta, es una buena idea y está bien desarrollada.


martes, 19 de mayo de 2009

El trueque y yo, en el noticiero de TVE

Una periodista y un par de camarógrafos de TVE estuvieron en la feria de trueque de la que hablé algunos posts atrás, realizada el sábado 25 de abril. Ayer pasaron un informe en el noticiero, tanto en la edición del mediodía como en la de la noche. Y allí aparezco yo, intercambiando un teléfono viejo (no un celular/móvil, sino un aparato de teléfono fijo) por un libro de Shakespeare. La imagen de aquí al lado es una captura de la pantalla: yo sostengo el libro en la mano izquierda, y el chico con quien hice el intercambio tiene el teléfono en la suya.

Con esta -otra de mis intempestivas y, para mí, divertidas apariciones en la pantalla chica- compruebo una vez más el poder y el alcance de la TV: a pesar de que no me conoce mucha gente en España, varias personas me contaron que me vieron. De hecho, me enteré de mi aparición por medio de un sms...

Quisiera poner el video acá, pero está en la web de TVE, que incomprensiblemente no permite incluir sus videos en otras páginas. Así que les dejo el enlace a la página donde está el video; allí, para ver el informe sobre el trueque (que dura un minuto y medio) lo tienen que adelantar hasta el minuto 33:40. Y me verán y escucharán.

Link: TVE - Telediario (18/05/09)

El problema de comer

Frase apropiada para este momento, para este redactor:

«En nuestras vidas no hay bastante misterio, Hem. En estos tiempos, lo que más falta nos hace son el escritor realmente desprovisto de ambición y el poema inédito realmente bueno. Claro que está el problema de comer.»

Se lo dijo Evan Shipman a Hemingway, y éste lo reprodujo en el capítulo XVI de París era una fiesta (que se puede leer completa aquí).

jueves, 14 de mayo de 2009

El color de una final: TVE censura, el Barsa se salta los protocolos, catalanes y vascos le dicen adiós a España...

Ayer, cuando volvía de jugar al fútbol, nos pusimos a hablar de fútbol con Santi, que me acercaba en auto. Mencioné mi post de anteayer, en el que hablaba de los mundiales, citamos a Serrat, con aquello de que uno se hace fanático del fútbol desde niño, que el fútbol es lo más importante de lo que no es importante, y él me dijo algo que no había escuchado nunca: que el fútbol nos atrapa tanto porque es como una telenovela. Así como en esas historias en las que las tramas se enredan, aparecen y desaparecen personajes inexplicablemente, los argumentos dan vueltas de tuerca inverosímiles, y sin embargo los televidentes siguen allí; en el fútbol siempre hay algo nuevo por contar, siempre hay un equipo que da espectáculo y nos emociona, o un pequeño que vence a un gigante, o cualquier alternativa que convierte un partido -como dice Dolina- en un espacio donde caben infinidad de novelescos episodios.

Me bajé del auto y me metí en un bar para ver la final de la Copa del Rey. Y entonces asistimos todos en España a un episodio novelesco: la censura del momento del himno previo al partido. Es que, tal como se preveía, ambas hinchadas, la vasca y la catalana, se unieron en sus silbidos y chiflidos. TVE, la televisión pública encargada de la transmisión del partido, alegó "fallas técnicas" debido a las cuales, según ellos, no pudieron emitir las imágenes en directo, y en esos momentos fueron a los móviles que tenían en San Mamés, el estadio del Athletic de Bilbao.

Lo peor de todo fue que, en el entretiempo, pasaron las imágenes del momento de los himnos pero sin el audio original, con los silbidos (pitidos, dicen aquí), sino con una grabación de la música encima. Se puede ver aquí tanto lo que pasó la TV en el momento, el audio original de lo que pasó en Mestalla, y la edición trucha que emitió TVE después.



Antes del partido algunos hacían chistes de que la Copa no la entregaría el rey sino el ministro de Asuntos Exteriores. Otros se quejaban diciendo que, si no les gusta el rey, que no jueguen el torneo. Lo cierto es que los dos equipos, el Barsa y el Athletic, son los reyes de esta Copa, los que más la ganaron, copa que antes de ser "del Rey" era "del Generalísimo" (Franco, por supuesto). Ambos equipos la vivían como una manera de reivindicarse frente a lo que ellos entienden como la represión del poder (madrileño, castellano) central. Una bandera ayer en la tribuna del Barsa decía: "We are nations of Europe. Good Bye Spain" ("Somos naciones de Europa. Adiós España").

La Copa la ganó el Barsa, el mejor equipo del mundo. La Copa merece llamarse del Rey pero porque se la llevó el equipo rey de la actualidad, el que juega mejor que nadie, y al que más que nadie le corresponde saltarse los absurdos protocolos (hacer click para agrandar la tapa del diario deportivo Marca de hoy) de los absurdos sistemas de gobierno, no menos absurdos -por supuesto- que ponerse feliz por el resultado de un partido de fútbol. Absurdo, aunque está claro que, de lo que no es importante, el fútbol es por lejos lo más importante.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Equivocarse feo

Leo Farinella es un periodista de Olé con cuyas opiniones suelo estar de acuerdo. Me parece un buen periodista, dentro del mediocre nivel que muestra muchas veces el periodismo deportivo (al menos en la Argentina). Sigue a River, por lo cual lo leo mucho. Casi todas las mañanas, una de mis lecturas son los artículos relacionados con River en Olé.

Ayer a la mañana, precisamente, había leído los textos relacionados con la supuesta bandera en contra de la dirigencia que se había visto en el Monumental el domingo, y que -según la versión de Olé de ayer- fue retirada antes del comienzo del partido. Había visto la tapa de Olé y había leído la frase: "Que la bandera que faltaba estaba y dejó de estar en la tribuna es irrefutable...".

Y a la tarde leí en eBlog la grosería que cometió el diario deportivo. Se comieron una imagen photoshopeada como chorlitos. ¿Le puede pasar a cualquiera? No sé. A mí me podría haber pasado, claro. Y no digo a mí en el blog: digo a mí si trabajara en Olé. Nadie puede sentirse exento de errores. Pero, bueno, si estás en Olé te tenés que bancar las consecuencias de mandarte una cagada como esta. Me imagino (trato de imaginarme) las sensaciones que habrán atravesado a Martín Blotto, el periodista que redactó el artículo: primero la incredulidad, después el desconcierto, después el tragame tierra...

En la edición de hoy, Leo Farinella se hace cargo del error, asume las culpas, dice que el de ayer fue el peor Olé de la historia. Y también lo dice otro artículo, sin firma, por medio del cual la redacción toda asume su vergüenza y pide disculpas.

Así como recordamos tantas tapas tan buenas de este periódico, también recordaremos la del 12 de mayo de 2009, cuando se les escapó la tortuga. Queda como un buen ejemplo de las cagadas que hay que evitar. Un buen ejemplo para mencionar en las clases de periodismo.

martes, 12 de mayo de 2009

Me siento un poco viejo

Muchos argentinos de mi generación fuimos marcados a fuego por un evento deportivo: el mundial de fútbol de Italia en 1990. No sé específicamente por qué, aunque creo que fue una suma de motivos: que estábamos en una edad en la que empiezan a descubrirse muchas cosas nuevas (yo tenía 12 años), que aquel equipo fue histórico por las hazañas que logró (triunfo contra Brasil, victoria por penales ante Italia), con muchos lesionados, los penales de Goycochea, la injusticia del penal en la final, las lágrimas de Diego, la canción...

Precisamente, hace unos días un amigo ponía en Facebook el video de la canción del mundial, esa que sin ser una gran canción ni sepamos lo que dice ni nunca nos hayamos interesado por quienes la cantaban ni nada de nada, nos seguirá poniendo la piel de gallina por los siglos de los siglos.

Y pasa que los años pasan, y es un poco fuerte comprobar que el próximo se cumplirán 20, dos décadas, desde aquel mundial. Que ya hay toda una generación entera de jóvenes que -cuando en mi casa veíamos aquel mundial, todavía en un pequeño televisor blanco y negro de 14 pulgadas al que había que girarle la ruedita para ajustarle la sintonía fina y que se viera mejor- en aquel momento no había nacido.

¿Por qué lo recuerdo precisamente hoy? Porque leo en Olé una entrevista al mediocampista de Racing Franco Zuculini, recientemente convocado a la selección, que se titula con una frase suya: "No sé ni cómo saludar a Maradona", y en la bajada agrega "tengo muchos videos suyos"... Y me meto a averiguar y me entero de que Zuculini nació el 5 de septiembre de 1990. ¡Dos meses después de la final, del penal inventado por Codesal, del desprecio de Diego a Havelange! ¡Exactamente tres años antes del 0-5 contra Colombia! Es decir, para este pibe las eliminatorias del mundial 94, la citación del Diego, los partidos contra Australia, MacAllister en bolas en el vestuario, todo eso es tan remoto para él como lo es para mí el título de Maradona en Boca en el 81 o el pase del Matador Kempes a River...

Ya me había pasado hace un par de semanas, cuando los diarios me recordaban que el primer gol de Gallardo a Boca fue en el 94, hace 15 años. ¡15 años! ¿Cómo no sentirse un poco viejo cuando pasan estas cosas?

lunes, 11 de mayo de 2009

Una canción infantil contra los transgénicos

Como en tantas otras cuestiones, en los temas relacionados con el respeto por el medioambiente y la igualdad de oportunidades lo ideal sería formar a los niños de hoy en la verdad: que no sean las multinacionales quienes los (y nos) eduquen por medio de la publicidad, sino que todos, ellos y nosotros, podamos acceder a medios desinteresados de información.

En este sentido, la web argentina "El cuento de la buena soja" explica la situación de un modo sencillo y ameno para los niños. La historia se cuenta por medio de dos videos de YouTube, que se pueden ver allí. Los invito con este post a que los vean y se informen sobre el asunto; como anticipo, yo posteo aquí "Será posible", una canción infantil made in Argentina en contra de los transgénicos.



Como dice la canción: "Si todos juntos nos proponemos cambiar las cosas, juntos podemos..."

miércoles, 6 de mayo de 2009

Dios

[Fragmento de un texto mío de ficción, inspirado -obviamente- en la más deliciosa realidad.]

Dios existe. No sé dónde vive, pero atiende en Ave María 44, en el barrio de Lavapiés. La primera vez que lo visité, nadie me advirtió de lo trascendental que resultaría para mí aquel encuentro. Hay gente incluso que no vive como una experiencia mística el paso por su pequeño local. Pobres de ellos.

Sobre la puerta el cartel anuncia: “Café Melo’s Bar”, la primera y la última palabra en letras blancas, la del medio en verde, sobre fondo negro. El lugar siempre está repleto. A reventar. Ingresar implica el reto de, primero, hacerse un hueco a fuerza de maniobras, fintas y codazos; después, resistir. La Tierra Prometida, que uno puede ver pero no alcanzar, es el salón del fondo, donde hay cuatro o cinco mesas que siempre están ocupadas y para sentarse en las cuales siempre hay gente esperando. Dicen algunos que, ciertos días de entre semana, el bar no está abarrotado e incluso no es tan complicado acceder a uno de estos espacios, pero yo dudo. No me consta, al menos. Así que prefiero no soñar con tales quimeras. Me conformo con lograr un espacio vital cerca del mostrador y defender luego cada centímetro como los rusos en Stalingrado.

Si el Dios de Israel alimentó a su pueblo durante cuarenta años con maná, el de Lavapiés otorga apenas mayor variedad: zapatillas, croquetas y vino. (Sí, hay otras cosas, hay empanadillas, pimientos, morcilla… pero eso también se consigue en otras partes; su carácter divino adquiere plenitud con aquellas delicias.) Para casi todo el mundo la estrella de la casa es la zapatilla: un sánguche enorme relleno de lacón y queso fundido. Cuando digo enorme quiero decir enorme: veinticinco centímetros de largo por diez de alto y diez de ancho, dos mil quinientos centímetros cúbicos de espacio del mundo ocupados por una única y genial pieza. Los principiantes se piden una zapatilla para dos, creyendo que se trata de un bocadillo parecido a cualquiera de los que ponen en cualquier otra parte. Enseguida aprenden que las zapatillas no son para cualquiera.

Para mí, en cambio, lo mejor de Melo’s no son las zapatillas sino las croquetas. No hay con qué darles: las croquetas de Melo’s son la mayor delicia que España puede brindar. Enormes, con un rebozado preciso y un relleno que hace equilibrio entre los estados sólido y líquido, constituyen piezas de relojería gastronómica que no se degustan ni se saborean: se gozan.

La liturgia se complementa con vino blanco Ribeiro, traído desde Galicia y servido en unos pequeños cazos.

Nadie paga en el momento en que retira la comida, pero nadie se va sin pagar. A cada rato alguien se arrima y le pregunta al camarero qué le debe. Éste disimula: “¿Qué tenías?”, pregunta, aunque en realidad lo sabe, no necesita consultar anotaciones, lo recuerda, no duda. El cliente informa: una zapatilla, una de croquetas, media de pimientos, un Ribeiro. Tantos euros, dice el camarero. El cliente paga y se va. Así de simple. No es una confianza sobrada en la buena fe de los consumidores, sino la certeza de que no atinarán a cometer el pecado de irse sin haber abonado el correspondiente tributo.

Dios es empleado en el mostrador, da para recibir. Él: Ramón, alto, cabello ralo y entrecano, memoria elefantiásica: recuerda todos los pedidos y los satisface en indudable orden cronológico, aunque solicitud y entrega estén separados por largos minutos (lo que no es habitual, pero a veces ocurre). Ella: Encarni, y su trabajo abnegado y silencioso es digno de un Premio Nobel. No sé en qué categoría. En todo caso, habría que inventar el Premio Nobel al Trabajo Abnegado y Silencioso sólo para dárselo a ella. Hay quien afirma que su mejor secreto es cómo hace para cerrar esas empanadillas tan cargadas de carne, única actividad para la que se gira y da la espalda a la concurrencia; todo lo demás —amasar las croquetas, fundir el queso, calentar el lacón, freír los pimientos— lo hace de cara a la maravillada clientela.

Se estarán preguntando cuál de los dos es la divinidad, si Ramón o Encarni. Yo primero lo señalé a él, que es la cara visible del lugar, el que interactúa con su pueblo, el que recibe las peticiones y las complace; siempre hablábamos de “el Gallego de Lavapiés”. Tiempo después Helga me hizo ver que, en todo caso, la Diosa sería ella, de cuyas manos surgen aquellos prodigios; tal vez por eso no le conocemos la voz: no puede rebajarse a entablar conversación con nosotros, simples mortales, y necesita la mediación de un pitoniso. De entre todas las posibilidades, a mí me gusta pensar que se trata de un Dios bifronte, un solo ser que está al otro lado del mostrador y se compone de dos cuerpos, cada cual adaptado a necesidades diferentes. Dos y uno, como una pareja de fósforos que encienden una sola y misma llama.

Miradas insustituibles

«La escritura no es sino mirada: no sólo una forma de mirar, sino un lugar desde el cual seguir al mundo: una esquina, una torre, una cueva. Hay escritores insustituibles porque hay miradas insustituibles: nos hemos acostumbrado de tal modo a ver el mundo a través de sus ojos que sin éstos no podemos comprenderlo. Alguien dijo que leer un libro era habitarlo: pero ese alguien no añadió que, al leer un libro, dejamos que su autor nos habite y se asome a nuestros ojos, que es otra forma de decir que nos los presta.»

Jordi Doce, en la introducción a Desapariciones, antología de poemas de Paul Auster

martes, 5 de mayo de 2009

Trueque

1

La agrupación La Charca de la Rana viene organizando todos los meses un mercadillo de trueque, que se hace en un descampado de Madrid, cerca de la estación de metro Parque de las Avenidas. Todo el que quiera va, tira una mantita en el pasto y ofrece sus cosas. Eso hicimos Mónica y yo hace un par de sábados.

No bien llegamos, un chico se acercó a nuestro puestito y nos pidió que le cambiáramos un teléfono viejo que ya no usábamos por algo de lo que él ofrecía. Fuimos a ver y estuvimos entre dos libros: un tomo con siete obras de Shakespeare y un libro, editado por Anagrama, de una escritora a la que llamaremos X. Finalmente optamos por el primero.

Luego hicimos algunos canjes más y llegó a nuestras manos un volumen con cuatro novelas de William Faulkner. Con esos dos libros ya me podía dar por plenamente satisfecho. Pero lo que vino después fue mucho mejor.

2

Cuando llevábamos un rato allí, vi que a unos cuantos metros de nosotros estaba un editor al que llamaremos Y, a quien conocí hace un tiempito y con quien había coincidido un par de veces. Al rato me acerqué a saludarlo. Iba dispuesto a recordarle quién soy, pero no hizo falta: "Hola, Cristian, cómo estás", me estrechó la mano. Le dije bien, y parecía que ahí se terminaba todo el saludo. Pero si me sorprendió un poco que me recordara, mucho más que me dijera: “Ayer te estuve leyendo. Muy argentino ese canon…”. Se refería, claro, a mi listado de libros preferidos, que yo —con ocasión del Día del Libro— había publicado aquí en el blog poco antes.

Me volví a mi puestito muy contento de saber que el editor Y me había estado leyendo. Pensé que la anécdota terminaría allí. Pero al rato el editor Y se apareció por nuestro puestito; me dio el libro Días de llamas, de Juan Iturralde, y me dijo: “Esta es la mejor novela que se ha escrito sobre la Guerra Civil”, y se puso a revisar entre los libritos que teníamos en nuestro puesto, a ver qué podía llevarse a cambio.

No dije hasta ahora que nuestro puesto estaba conformado en su mayoría por un montón de libritos sobre el comunismo, la historia y descripciones de la RDA (República Democrática de Alemania), La justicia en la URSS, monográficos sobre Kazajstán, etc., todos impresos en los 70 y los 80; montón que llegó a mis manos de un modo más bien azaroso y que me interesaba hacer seguir su curso hasta la biblioteca de alguien a quien esos temas les interesen más que a mí.

El editor Y los revisó un rato y finalmente tomó uno. Le dije que se llevara más, que eso me parecía un intercambio más justo. Pero no quiso. Volvió a su puesto.

3

La mayoría de la gente se acercaba con curiosidad y se alejaba luego bastante decepcionada al comprobar que todos nuestros libritos versaban sobre un asunto tan pasado de moda. Una mujer incluso me preguntó si yo era pariente de Mikhaíl Gorbachov. Hasta que un rato después una mujer se acercó a nuestra mantita y se puso a mirar los libros con mucha curiosidad. Me preguntó de dónde habíamos sacado todos esos libros “tan buenos”. Luego dijo que se querría llevar alguno de los libros, pero que ya no le quedaba casi nada para cambiar, apenas unos peluches. Le dije que no se hiciera problema, que se llevara el libro, y la acompañé a ver qué le quedaba en su puesto. Mi sorpresa fue inmensa cuando descubrí que su puesto era el mismo que el del editor Y.

No sólo eso, sino que me di cuenta de algo más: la mujer interesada en los libros sobre el comunismo era… la escritora X. Que es —me enteré después, cuando le pregunté qué relación los unía— la esposa del editor Y. Qué casualidad, me dije.

4

Lo mejor de los mercadillos de trueque es que todos llegamos con cosas que no queremos, que nos sobran, que no sabemos si tirarlas a la basura o qué hacer con ellas, y volvemos a casa contentos por lo que hemos conseguido. En nuestro caso, con varios libros excelentes para leer y con la alegría que generan los encuentros gratos, sorpresivos y, por qué no, sorprendentes.

Yo, argento

Me gusta mucho el cartel del encuentro de esta noche del Grupo Alejandría, en su nueva sede: Los Porteñitos, Salta 135, Bs. As., 21 hs.


lunes, 4 de mayo de 2009

Esta vez creo que no voy a salir en la tele

Andaba este mediodía por una céntrica calle de Valladolid, cuando a media cuadra veo que caminan hacia mí dos personas: un tipo y una chica, cámara al hombro el primero, micrófono en mano la segunda. Y percibí el gesto de ella hacia él: "Ese que viene ahí".

Previsiblemente, la señorita me detuvo y me preguntó si tenía cinco minutos. Yo miré el reloj, tenía que hacer un trámite, dije: "Si no son más de cinco minutos...". "No, no", dijo ella. Entonces él empezó a grabar. Creo que eran del canal de la televisión autonómica de Castilla y León. El diálogo fue el siguiente:

-Estamos haciendo una encuesta sobre cómo habla la gente -introdujo ella-. ¿Tú sabes lo que es el dequeísmo?
-Sí.
-¿Qué es?
-Es la costumbre de decir "de que" cuando corresponde decir "que".
-Ajá. Y por ejemplo, ¿cómo crees que es correcto decir: "pienso que" o "pienso de que"?
-"Pienso que".
-¿Y cómo lo explicarías?
-Porque el verbo pensar rige "que" y no rige "de".
-Vale, gracias. ¿Has visto que eran menos de cinco minutos?

Es claro que la intención era la de una nota graciosa para reírse un poco de la gente. Justo me preguntaron sobre lo único de lo que más o menos conozco un poco. Si me hubiesen consultado acerca de cómo preparar un guiso, de señales de tránsito o de algún cantante de moda, habrían podido reírse de mí, y seguro que me ponían en el noticiero, pero esta vez creo que no voy a salir en la tele.

domingo, 3 de mayo de 2009

No se puede renunciar a lo que se ha sido

El diario El País anticipaba ayer el gran partido que se jugaría por la noche, y le dedicaba un recuadro a las declaraciones de Pep Guardiola, el entrenador del Barsa. "No podemos renunciar a lo que hemos sido", se titulaba el artículo. Y luego incluía otras declaraciones del DT: "¿Queremos ser campeones o no?", les dijo a sus jugadores, "es el momento de dar el paso y sólo pido que salgamos [a la cancha] con la cabeza alta, porque partidos como este dignifican la profesión"; "No podemos renunciar a lo que hemos sido durante el año; quiero que cuando volvamos del Bernabeu hayamos sido nosotros"; "La presión la quiero yo, es absolutamente nuestra y la quiero yo; y sí, pasa algo si perdemos, sí: es una final y las finales se juegan con ambición".

¿Qué agregar? El Barsa le dio al prepotente y engreído Real Madrid una paliza histórica, en un partido que se recordará "cuando todos nosotros hayamos muerto", como escribió un columnista del diario As. El 6-2 no es ninguna casualidad: es nada más que el resultado de lo que se vio en la cancha. Un equipo brillante, una verdadera máquina, un fútbol deslumbrante, que llena los ojos, que emociona, que es para grabar y ponerles a los chicos y decirles: "¿quieren saber lo que es jugar bien al fútbol?, bueno, es esto". No sé si alguna vez había visto a una equipo brillar tanto, llegar tan alto en el nivel de juego, superar por tanta diferencia al único equipo que, se creía, podía llegar a hacerle sombra. Está claro que el Barsa es demasiado para la Liga en la que juega.

Y, sobre todo, destaco la grandeza de Guardiola. ¿Podría haber perdido el Barsa ayer? Claro. Sus intérpretes ayer podrían haber tenido un mal día, los del Madrid podrían haber amanecido inspirados, la suerte podría haber sido decisiva; el Barsa no es invencible, perdió contra el Atleti y el Espanyol hace un par de meses. Pero en cualquier caso su líder fuera de la cancha les exigió a sus jugadores, los conminó, a jugar como saben, a ir para adelante, a no bajar en ningún momento y pese a cualquier circunstancia, las banderas que han enarbolado hasta aquí.

Y hay una verdad irrefutable: haciendo trampa, jugando feo, portándose mal, se puede ganar y se puede perder, y si se gana se podrá disfrutar aunque en el fondo se sepa que se actuó de modo incorrecto, y si se pierde la derrota será aún más humillante. Pero manteniendo en firme las convicciones y las ideas, jugando bien, con honestidad, con gallardía, con nobleza, con buena fe, se puede ganar y se puede perder; y si se pierde, queda la tranquilidad de consciencia de que uno lo dio todo en pos del objetivo, y si se gana, ah, si se gana, se toca el cielo con las manos, se alcanza la gloria, eso que los tramposos siempre mirarán de lejos, esa de la que ayer el Barsa se hizo amo y señor.

Salud, Barsa. Gracias por llenarme ayer de fútbol no sólo los ojos, sino también el espíritu.