miércoles, 20 de mayo de 2009

Caminos

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Vi la película Camino, gran ganadora en la última edición de los premios Goya. Se llevó seis estatuillas: mejor película, director, guión original, actriz principal, actor de reparto y actriz revelación. El filme cuenta una historia "inspirada en hechos reales": los de la vida de Alexia González-Barros, una chica que murió en 1985 (poco antes de cumplir 15 años) a causa de un cáncer que la hizo vivir una dura agonía de varios meses. Lo que distinguió a esta de otras historias fue que su familia era muy religiosa y formaba parte del Opus Dei, y que todos ellos vivieron esos últimos y la muerte de un modo particular: preparándose para ir al Cielo con Dios.

La web oficial de Alexia dice que ella pasó sus últimos meses "esforzándose por conservar la fortaleza, la paz y la alegría a lo largo de su dura enfermedad", y que "esto era fruto de su fe, de su esperanza y de su amor a Cristo. Luchó hasta el final porque amaba la Voluntad de Dios con toda su alma y le había dado su corazón libremente y por entero al Señor".

Hace años a mí me contaron la historia de una chica que aceptó su enfermedad y se preparó para la muerte como si fuera para un fiesta. Supongo que me hablaron de Alexia. Recuerdo que no me gustó nada, y que lo dije, y hasta el día de hoy me sigue pareciendo algo horrible, algo que no quisiera para mí ni para nadie de los que quiero. Vivir la muerte como una fiesta se parece demasiado a hacer un culto a la muerte. Y yo, de la muerte, soy enemigo.

2

Como no podía ser de otro modo, la película generó polémica dentro de la Iglesia Católica y en particular dentro del Opus Dei. También se quejó la familia de Alexia. Los hermanos de ella (sus padres ya murieron) se enojaron con el director, Javier Fesser, quien no les informó sobre la realización de la película -ellos se enteraron por la prensa- y luego no accedió a su pedido de que retirara el nombre de Alexia al final de la película, cuando ésta aparece "dedicada" a ella.

La Iglesia y el Opus protestaron porque, según ellos, la película da una idea distorsionada de sus actividades. Si uno se deja llevar por el filme, en efecto le queda la sensación de que los miembros de la institución son muy malos: los curas, las monjas, la madre de la niña.

¿Hay gente así de malvada dentro de la Iglesia? Sí, seguro que la hay. ¿Hay personas que optan por vivir dentro de la Iglesia pero que a la larga son víctimas de los engaños y la opresión de sus responsables, como la hermana de la protagonista en la película? Seguramente, también.

Cuando yo formé parte, hace años, de grupos de la iglesia católica escuché decir cosas muy feas, barbaridades; yo las recibía con espíritu crítico, con ciertas ideas previas claras, con miras muy abiertas, etc., que me hacían quedarme con lo que consideraba bueno y dejar de lado lo que me parecía nocivo y perjudicial. Pero personas que recibían esos mensajes sin una base sólida sobre la cual apoyarlos terminaron sufriéndolos, en mayor o menor medida les generaron traumas que luego les costó mucho superar o que quizá no pudieron superar nunca. Y eso es terrible.

3

Cada uno puede tener la opinión que quiera sobre las cosas. Está claro cuál es la opinión que Fesser quiere expresar respecto del Opus Dei. Pero la película incurre en un problema narrativo: el maniqueísmo con el que presenta a sus personajes. Según el filme, todos los miembros de la Iglesia son muy, muy malos. No tienen matices, no hay en ellos ningún buen sentimiento: todo es interés, egoísmo, maldad, proselitismo y búsqueda de solazarse en el dolor. Y los personajes con los que hace que el espectador se encariñe son las víctimas de esa mala fe: Camino (así se llama la protagonista), su hermana, su padre, el chico que le gusta. En ellos no hay ningún rasgo malo: ningún gesto, nada, todo (salvo la ligera rebeldía esbozada por la protagonista) es sumisión y sufrimiento.

Y eso le quita fuerza a la película como película. Hasta para los que somos agnósticos y tenemos muchas críticas y objeciones para con la iglesia y sus actos, los retratos que en Camino se hacen de sus miembros resultan exagerados. Sería mucho mejor si uno pudiera reconocer en la historia no a personajes malvados de cuentos de hadas -como las hermanas de Cenicienta, que aparecen en la trama como si la película se parodiara a sí misma- sino a los malos de carne y hueso, esos de los que la gente ve todos los días en la vida real, en la televisión, en los diarios, en la Iglesia, en la casa de al lado o al mirarse al espejo.

En general, la gente no es tan buena ni tan mala, así como ni en la iglesia ni en la mayoría de las agrupaciones que los seres humanos organizamos todo el mundo tiene opiniones tan fuertes, tan monolíticas y tan atroces como la película muestra. Al menos eso es lo que me dictan el diablito y el angelito de mi experiencia, hablándome al oído, cada uno parado sobre uno de mis hombros.

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