Me bajé del auto y me metí en un bar para ver la final de la Copa del Rey. Y entonces asistimos todos en España a un episodio novelesco: la censura del momento del himno previo al partido. Es que, tal como se preveía, ambas hinchadas, la vasca y la catalana, se unieron en sus silbidos y chiflidos. TVE, la televisión pública encargada de la transmisión del partido, alegó "fallas técnicas" debido a las cuales, según ellos, no pudieron emitir las imágenes en directo, y en esos momentos fueron a los móviles que tenían en San Mamés, el estadio del Athletic de Bilbao.
Lo peor de todo fue que, en el entretiempo, pasaron las imágenes del momento de los himnos pero sin el audio original, con los silbidos (pitidos, dicen aquí), sino con una grabación de la música encima. Se puede ver aquí tanto lo que pasó la TV en el momento, el audio original de lo que pasó en Mestalla, y la edición trucha que emitió TVE después.
Antes del partido algunos hacían chistes de que la Copa no la entregaría el rey sino el ministro de Asuntos Exteriores. Otros se quejaban diciendo que, si no les gusta el rey, que no jueguen el torneo. Lo cierto es que los dos equipos, el Barsa y el Athletic, son los reyes de esta Copa, los que más la ganaron, copa que antes de ser "del Rey" era "del Generalísimo" (Franco, por supuesto). Ambos equipos la vivían como una manera de reivindicarse frente a lo que ellos entienden como la represión del poder (madrileño, castellano) central. Una bandera ayer en la tribuna del Barsa decía: "We are nations of Europe. Good Bye Spain" ("Somos naciones de Europa. Adiós España").
La Copa la ganó el Barsa, el mejor equipo del mundo. La Copa merece llamarse del Rey pero porque se la llevó el equipo rey de la actualidad, el que juega mejor que nadie, y al que más que nadie le corresponde saltarse los absurdos protocolos (hacer click para agrandar la tapa del diario deportivo Marca de hoy) de los absurdos sistemas de gobierno, no menos absurdos -por supuesto- que ponerse feliz por el resultado de un partido de fútbol. Absurdo, aunque está claro que, de lo que no es importante, el fútbol es por lejos lo más importante.
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