lunes, 19 de diciembre de 2005

"Casi considero una virtud cierta capacidad de engaño"

Entrevista a Fontanarrosa - Entrega II de III


Fanático de Central, en particular, y del fútbol en general, el Negro ha escrito una enorme cantidad de cuentos sobre fútbol. Escribió, en colaboración con Tomás Sanz, un Pequeño Diccionario del Fútbol Argentino. A fines de los ’90 seleccionó y prologó la antología Cuentos de Fútbol Argentino, de Alfaguara, y en 2000 publicó —en Sudamericana— No te vayas, Campeón, un muy bonito libro que combina historia y anécdotas, de su pluma, con una enorme galería fotográfica.
Anotó por allí: “No crecí queriendo ser como Julio Cortázar. Crecí queriendo ser como Ermindo Onega. Por eso llegué a la literatura por la puerta de atrás, con los botines embarrados y repitiendo siempre el viejo chiste: ‘Mi fracaso en el fútbol obedece a dos motivos. Primero: mi pierna derecha. Segundo: mi pierna izquierda’.”
Vale mencionar una anécdota. En cierta ocasión, años antes de la entrega del Premio Rodolfo Walsh, a gente de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata se le ocurrió invitar a Fontanarrosa para dar una charla allí. La respuesta fue: “Yo viajo a La Plata dos veces al año. Una, cuando Central juega contra Estudiantes. La segunda, cuando juega contra Gimnasia”. De más está aclarar que ninguno de esos dos viajes coincidía con la fecha de la invitación.

Hay ciertas líneas que permiten agrupar sus cuentos. Los “cuentos de café” serían unos, los “cuentos de fútbol” serían otros. ¿Se propone escribirlos, dice “hoy voy a escribir un cuento de fútbol”, o uno “de café”, o es que simplemente se le ocurren los temas, las historias?
Me ha pasado de decir: “Quiero escribir algo usando el lenguaje futbolero” y empezar a buscar una historia que se adapte a eso. Pero no es lo más recomendable. Se nota el esfuerzo por inventar algo de la nada. Generalmente tengo una idea y de allí arranco. Con relación a esa idea buscaré el lenguaje.

¿Y con los “de café”?
Lo mismo. Me gustan los diálogos de café, pero si sólo el lenguaje es la sustentación del cuento, me quedaré en apenas una pintura costumbrista. Y yo procuro que mis historias tengan un plus, algo más, una vuelta de tuerca que haga decir al lector: “Mirá qué interesante lo que se le ocurrió a éste”.

Hay una anécdota de Bioy Casares, dice que había escrito una novela fantástica que hablaba de aviones, y la reescribió cuando un hombre que sabía de aviones le reprochó que los datos técnicos mencionados eran erróneos, inventados. Usted una vez dijo que para escribir ciertos cuentos debió documentarse, que hablaba de “toberas” sin tener idea de lo que es una tobera. ¿Le da miedo equivocarse en esos casos? ¿Alguna vez le reprocharon por datos incorrectos?
El humor permite licencias que, quizás, Bioy Casares no se permitía. No me importa que un dato sea cierto, me importa que suene cierto, casi considero una virtud esa capacidad de engaño. ¿Qué gracia tiene poner todos datos que sean reales? Por otra parte, ¿cuántos expertos en aviones hay entre los lectores?

Mañana, la tercera y última entrega: "Cuando me designaron para el cierre del Congreso de la Lengua, confieso que me agarró un cagazo considerable"

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias, Cristian!. Me estás ilustrando muchísimo sobre alguien a quien respeto y admiro y (por esas cosas) nunca supe demasiado, más de lo que se puede hacer público a través de algún que otro medio y siempre y cuando uno acceda a los mismos.
Impecable.