miércoles, 19 de julio de 2006

Volvió el fóbal: qué horror

Todo mal. Peor que mal, porque la realidad era peor de lo que la recordaba.

River, un desastre. No jugó. No se puede decir que eso que hicieron los jugadores en la cancha haya sido jugar. Lentos, descoordinados, desconcentrados. Desconcertante. Para colmo, sin recambio. Gallardo, una vez más haciéndose echar de un modo absurdo y dejando al equipo con uno menos: ¿cuántas veces ya lo hizo? ¿Cuántas más lo hará?

Libertad, una maquinita. Juegan muy bien los paraguayos (con aportes argentinos). Ya lo habían demostrado en toda la Copa, incluidos los tres partidos que habían jugado contra River. Tienen con qué ser campeones de América.

Y la violencia. El final fue tan vergonzoso como el de la llave anterior, cuando los que se enfrentaron a la policía e impidieron terminar el partido fueron los hinchas de Corinthians. Porque la costumbre es esa: generar disturbios para que el partido no termine. Cada vez pasa más. Un amigo me contaba que en la última fecha del último Clausura, cuando River le ganó a Quilmes 3-1 de visitante, los hinchas cerveceros se pusieron a romper un alambrado hasta que el partido se suspendió, y entonces se fueron tranquilos cada uno a su casa, y la sensación fue que lo hicieron para no tener que soportar el resto de un partido que ya dieron por perdido y luego los 15, 20 ó 30 minutos que tienen a los hinchas encerrados sin dejar salir.

Esto es lo que tenemos. El fútbol es un espejo de la vida: no sólo porque se juega como se vive, sino porque se vive en un estadio como fuera de él. Esto es lo que tenemos: desorganización atroz, la agresividad siempre presente, tipos que no quieren irse porque quieren jugar los últimos 5 minutos cuando son sus propios hinchas los que lo imposibilitan.

Pocos días después de la eliminación de Argentina y de España del mundial, estuve con un muchacho español. Y se me ocurrió cargarlo con el hecho de que en los mundiales siempre pierden en cuartos de final. Pero él me dio la respuesta más dolorosa:

-Por lo menos sabemos perder.

Le respondí alguna cosa, balbuceando, para salir del paso. Pero es lo más doloroso que nos pueden decir, porque tiene razón. No sabemos perder. Y no hay vuelta que darle.

En los días así es cuando me siento un idiota, y no en el sentido candoroso que le di a esa palabra en el post anterior.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Caballero, creo que pronto llegará a ese estadío al que he arribado muy a mi pesar: descubrir que el fútbol es un aburrimiento. Es una postura menos militante y, acaso, conformista; pero creo que salvo el Estudiantes de la copa o algo de lo que se hace en Inglaterra (no en su seleccionado), lo demàs es soporífero. Que se juega como se vive o los límites difusos entre la sociedad futbolística y la de todos los días es, además de cierto, deseable. Los espejos son útiles si uno está dispuesto a no mentirse lo que ve en ellos.

Cristian Vázquez dijo...

Es posible que me pase eso. Mejor sería que el fútbol cambiara y que la violencia no estuviera presente todo el tiempo. Pero para eso tendría que cambiar también la sociedad, y eso parece un poco difícil. Basta notar la mala educación con la que convivimos, los atropellos en nombre de la viveza criolla, la corrupción instalada. Estoy un poco indignado y pesimista.