Realmente, una de las mejores cosas de vivir en España es el acceso a las bibliotecas públicas. Hasta ahora había disfrutado muchísimo de las de Madrid, donde hay dos redes enormes, una correspondiente al Ayuntamiento (es decir, la ciudad, el municipio de Madrid) y otra a la Comunidad (que equivale a decir la provincia de Madrid).

Unos pocos días después chateaba con una chica que vive en La Plata, y me contaba que quería leer el Werther, de Goethe, y de las dificultades para asociarse a una biblioteca pública. Le piden, para asociarse, además del documento, una factura de un impuesto cuya dirección coincida con la que figura en su DNI (cosa que, sabemos, no siempre pasa y no siempre es fácil que pase), y si no tenés un impuesto porque resulta que estás alquilando y los impuestos figuran a nombre del propietario, te piden el contrato de alquiler... que esta chica no tiene porque le alquila la casa a alguien de confianza, sin contrato de por medio.
No estoy diciendo que en Argentina debería pasar a ser de un día para otro como aquí. La implementación de cambios drásticos siempre lleva su tiempo. Pero al menos sí no hacerlo tan complicado... Cuando cuento aquí las exigencias y requisitos que reclaman nuestras bibliotecas públicas allá, la gente no lo puede creer. Como si querer leer fuese un pecado o un delito (y de nuevo pienso en Fahrenheit 451)...
1 comentario:
Las penas del joven Werther se consigue fácilmente en cualquier librería y por precios módicos... Yo se lo compré al viejo Lenzi por unos pocos pesos... Si es amiga tuya se lo presto, perruno... Avisame
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