lunes, 8 de septiembre de 2008

Los madrileños no leen a Carver

Lo intuía. La intuición me decía que, aunque hubieran pasado casi dos meses desde que devolví a la biblioteca -fuera de fecha y sin haberlo terminado de leer- el libro Catedral, de Raymond Carver, nadie más lo habría pedido. Y que el señalador que me había olvidado en su interior estaría allí, intacto, indicando la misma página en la que interrumpí mi lectura.

No había podido ir a buscarlo, a reclamarlo, por cuestiones de trabajo, horarios (en agosto la biblioteca sólo abría por la mañana) y otros asuntos. Si hoy hubiese descubierto que el libro no estaba disponible porque alguien se lo había llevado o, peor aún, si estaba disponible pero sin marcapágina alguno en su interior, iba a sentirme mal. Iba a sentirme un boludo, más precisamente. El señalador fue un regalo que Mónica me trajo de Grecia, y que me dio hace un año y un día, cuando llegué a España para quedarme. Fue un regalo originado, precisamente, por un post de este blog...

Pero, en el fondo, yo sabía que nadie iría a buscar ese libro. El señalador es mío y lo sabe. Me estaba esperando a mí.

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