Sin embargo, lo que más me llamo la atención fue la cruz que la corona. Se trata de una cruz de madera en tamaño real, con sogas reales... como si estuviera preparada para colgar a una persona de allí.
La verdad, a mí me generó una sensación extraña. Hace unos años escuché por primera vez esta crítica a la iglesia católica: que su principal símbolo sea un instrumento de tortura y ejecución, en el que -según la fe- Dios sufrió su suplicio. Lo cierto es que cuando alguien lleva un pequeño crucifijo colgada del cuello o cuando se persigna o cuando ve una cruz dibujada en alguna parte, la sensación es de que está, precisamente, sólo ante un símbolo. Pero al ver allí en lo alto una cruz en tamaño real, me recorrió el cuerpo una suerte de escalofrío...(Seguramente alguien podrá hablar del asunto de los símbolos, los índices y los íconos y de Charles Sanders Peirce, pero no seré yo.)
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