Pero este era un día especial: Julián va a actuar en una obra de teatro.
[...]
Me encantaba dormirlo. Lo primero que hacía cada mañana al despertarme era ir a verlo. Muchas veces almuerzo y ceno en restaurantes y los ojos se me llenan de lágrimas pensando cuánto me gustaría comer con él, o cocinarle. Me pasa lo mismo cuando veo en televisión algún dibujito o algún programa que le gustaría ver conmigo, y a mí con él. Desde que Diana y yo nos separamos casi no he comido dos días seguidos a la misma hora. Cada anochecer pienso si ya se habrá bañado, si se habrá puesto el pijama y si no le hará demasiada falta que yo esté allí.
Estoy acá.
Julián me ve, levanta la mano y me saluda. Estoy acá. Aun así, seguirá buscándome con la vista de tanto en tanto. Y en algún momento caminará hasta el centro del escenario y dirá una frase que me hará llorar.»
Sergio Bizzio, Era el cielo
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