lunes, 13 de abril de 2009

Hay que decirles NO a los transgénicos

Como si se hubieran puesto de acuerdo -y seguramente unos no tenían ni idea de las planes de los otros- hoy la oficina española de Greenpeace y el diario argentino Página/12 dan una voz de alarma en contra de los alimentos genéticamente modificados: los transgénicos.

Greenpeace España comienza hoy en Barcelona una serie de actividades que llevará a varios de sus miembros por diferentes lugares del país para concientizar a la gente y exigirle al gobierno una política clara en relación con este tema (lo cuentan en un blog). España es el único país europeo que admite el cultivo de transgénicos a gran escala.

Página/12, en tanto, lleva hoy como nota de tapa un informe que ojalá genere las repercusiones y el debate que se merece: el primer estudio sobre el efecto del glifosato en embriones, realizado por el Conicet. El glifosato es el agrotóxico básico de la industria sojera; su marca comercial más conocida es Roundup, producida por la gigantesca multinacional Monsanto.

Las conclusiones del análisis son devastadoras: la sustancia "produce malformaciones neuronales, intestinales y cardíacas, aun en dosis muy inferiores a las utilizadas en agricultura". Esta posibilidad viene siendo denunciada desde hace una década por poblaciones indígenas y campesinas, y siempre la respuesta de los sectores beneficiados por el uso del veneno (los grandes productores del campo, Monsanto y las otras megaempresas que comercializan estos productos y sectores del gobierno tanto nacional como de las provincias donde se cultiva soja) fue que no había "estudios serios" al respecto. Ahora lo hay.

Para darle la real trascendencia que el tema amerita, hay que decir además que el sistema es perverso y no que se queda en lo meramente sanitario (como si fuera poco), sino que además contribuye al aumento de las desigualdades socioeconómicas.


La explicación es sencilla: el glifosato mata (arrasa con) toda la hierba que nace de la tierra y que no sea soja transgénica, es decir, soja modificada genéticamente. ¿Y quién la modifica? La propia Monsanto. Esto convierte a los productores sojeros en virtuales esclavos de Monsanto, que se ven obligados a comprarle a esta empresa los granos patentados y luego también la sustancia que le permite vivir. Quienes no se someten a Monsanto, no pueden escapar de sus tentáculos: quiebran y deben vender sus tierras a los grandes latifundistas, acrecentando las inequidades.

Recomiendo especialmente la esclarecedora película Hambre de soja, que retrata la angustiante situación del campo argentino (el campo real, no confundir con los grandes productores que aparecen en televisión) en este sentido. Y también el "chiste" de Quino que copio aquí al lado (click en la imagen para agrandar).

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