"Menos mal que no nos enojamos"

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No me di cuenta de que estaba apoyado sobre la puerta y el subte ya se había detenido. Alguien desde afuera tiró con fuerza y la abrió, entonces yo salí de mi arrobamiento y me hice a un lado. Pero ese hombre que subió, ese señor que entró al vagón luego de tironear desde afuera y se fue allá a dos metros de mí, apoyado en la otra puerta... ¿acaso ese hombre no es...?

Entonces se me acerca, me mira a los ojos y me dice:
-Perdón, ¿le hice daño?
-No, no, para nada, no...

Creo que sonreí, sin perder mi habitual expresión de idiota. Y me quedé mirándolo, ahora además sorprendido, y entre la estación Sáenz Peña y Lima no hay mucha distancia, de modo que el recorrido se acabó y no bien me bajé del subte y me puse en marcha hacia la combinación con la línea A, me arrepentí de no haberle preguntado a ese hombre si era o no Osvaldo Bayer.

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[...] PD: Una cuestión mucho más pueril: ¿puede ser que hace pocas semanas usted haya viajado en el subte, que haya subido en la estación Sáenz Peña de la línea A rumbo a Plaza de Mayo, que luego de subir se le haya acercado a un muchacho que estaba apoyado en la puerta por la que usted subió y se había quedado mirándolo, y le haya preguntado si le había hecho daño, y el muchacho le dijo que "no, no, para nada"? Si ese hombre era usted, entonces nos conocemos: ese muchacho era yo.

(De un mail mío para Osvaldo Bayer, quien está en Alemania, martes 16 de enero de 2007)

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[...] Cristian: sí fui yo. Es que creí que al abrir la puerta del subte con demasiada energía, lo había golpeado en la mano, porque usted me quedó mirando. Por eso le pedí disculpas. Menos mal que no nos enojamos, sino nuestra amistad hubiera comenzado lo mismo que la mía con Soriano.

(De un mail de Osvaldo Bayer, miércoles 17 de enero de 2007)