martes, 3 de octubre de 2006

Crímenes casi perfectos: cuando no hay mejor tecnología que un buen delator

"Casos no resueltos", un programa que presenta casos resueltos y elogia el uso de las nuevas tecnologías forenses. Aunque las pruebas para condenar a los asesinos son las confesiones de sus familiares y amigos, a quienes ellos mismos les contaron sus fechorías.

(Publicado hoy en Clarín.com)

"Muchos años después, frente al tribunal de enjuiciamiento, el reo Fulano de Tal había de recordar aquel día remoto en que cometió su crimen y creyó que nunca sería descubierto". Así podría comenzar una versión novelada –y nada original– de la historia de cualquier asesino presentada en "Casos no resueltos", el programa de A&E.

Se ha dicho que el crimen perfecto es un contrasentido, un imposible. ¿Por qué? Se supone que perfecto es aquel crimen que no deja rastros. Pero si no hay rastros, no hay pistas, no hay evidencia. Ergo, no hay crimen. Por eso, en las novelas y las películas, los asesinos siempre dejan huellas que los detectives recogen para arruinarles los planes. Igual que los pájaros que se comieron los trocitos de pan que
Hansel y Gretel dejaron en el camino para poder volver (porque el asesino siempre vuelve al lugar del crimen, ¿no?).

El programa también tiene su contrasentido: se llama "Casos no resueltos" y presenta casos... resueltos. Resueltos tarde, es verdad: también se ha dicho que la Justicia que llega tarde no es Justicia. Pero el programa la presenta como Justicia hecha y derecha.

Anoche, las historias fueron dos. La más interesante fue la primera: un asesino serial llamado Donald Korn, que violaba y degollaba a ancianas en los años 70. Lo juzgaron por dos crímenes: por uno lo condenaron a cadena perpetua y por el otro, a la silla eléctrica. Pero de éste último zafó por un error en el proceso, de modo que la causa quedó archivada. Por eso fue un "caso no resuelto". Hasta que en 2004, ante su inminente salida en libertad condicional, un detective se empeñó en hallar nuevas pruebas y logró que la propia hermana de Korn declarara en su contra: él le había confesado el crimen. Así se resolvió el caso con una nueva condena a perpetuidad (aunque los sistemas legales entienden "perpetuidad" como unas cuantas decenas de años). De cualquier modo, Korn no vivió mucho más. Mañana se cumplen dos años de su muerte en la cárcel.

La segunda versó sobre un mexicano asesinado en Texas en 1988. El asunto mantuvo el misterio durante tres lustros, hasta que finalmente unos ex convictos aceptaron declarar en el juicio: también aquí, el asesino había contado su crimen. Y eso lo terminó condenando, en este caso a 45 años de prisión.

Como decía una vieja publicidad, "Casos no resueltos" no sólo te informa, también te deja pensando. Bueno, en realidad cualquier cosa te puede dejar pensando. La edición de ayer nos dejó pensando en dos cuestiones. La primera es la presentación de los asesinos como personajes malos-por-naturaleza, ajenos a toda humanidad, sin historias personales ni explicaciones posibles para sus actos. Son malos malísimos. A Donald Korn "se le notaba en los ojos que si quedaba libre iba a salir a matar gente", dijo un testigo del juicio de 2004, que no tenía ningún parentesco, o al menos no nos consta, con el
Dr. Lombroso.

Lo segundo es que, si bien el programa canta loas a los avances tecnológicos que les permiten a los
peritos forenses tener cada vez más herramientas para sus pesquisas, ambos casos no resueltos se resolvieron gracias a delaciones. Eso nos trajo a la mente la voz de Luca Prodan recitando la frase de Tom Lupo en aquella versión de "Años" junto con Andrés Calamaro, cuando habla de que "lo único que progresa con el paso del tiempo es la tecnología, el hombre no, siempre es el mismo". Por fortuna o por desgracia, el tiempo pasa y los hombres nos vamos volviendo tecnos. Pero con los mismos errores: nos matamos, relatamos nuestras proezas para sentirnos mejores, nos delatamos, nos comemos los trozos de pan ajenos. Igual que los pájaros de los cuentos infantiles.

No hay comentarios.: