viernes, 2 de junio de 2006

La fiesta móvil

Algunos libros fascinan en el momento en que se los lee, y otros se toman su tiempo para hacerlo. Cuando leí París era una fiesta, de Ernest Hemingway, no lo valoré en toda su dimensión. Me pareció un buen libro, y no mucho más. Pero con el tiempo me di cuenta de la enorme huella que me había dejado. Ese relato de tanta (aparente) simplicidad, una gigantesca descripción de una ciudad, de un momento, de un alma y tal vez de una vida. Desde entonces, cada vez que escucho la palabra "gavilán" pienso en que "los gavilanes no comparten nada", y a veces pienso en Hadley -la mujer de Hemingway en aquellos días- como si la conociera, igual que Gertrude Stein, igual que Ezra Pound, y en la librería Shakespeare and Company, donde se imprimieron las primeras versiones del Ulysses de Joyce y donde el viejo Ernest visitaba a su amiga Sylvia Beach, y cada vez que tengo mucha hambre pienso en que "el hambre era una buena disciplina" y me lo imagino al veinteañero escritor esquivando las cuadras de París donde había panaderías para no sentir el olor, ya que no tenía nada de dinero y debía aguantar sin comer en los jardines de Luxemburgo.

El título original del libro no es París era una fiesta sino algo así como Una fiesta móvil (A Moveable Feast).

Por estos días, el amigo Ramiro anda por las Europas. Ha estado ya en Barcelona, París, Brujas y Amsterdam. Lo cuenta en su blog. Y si bien no ha puesto muchos posts, valen la pena leerse, porque en ellos se transmite las sensaciones de un veinteañero argentino que anda haciendo experiencia por el mundo. "Se te va a caer un velo de la cara", "vas a crecer 10 años mentalmente", le presagiaron algunos antes de su partida. Y le recomendaron que abriera bien los ojos.

A mí, antes de mi viaje a España de principios de este año, también me habían recomendado que cargara bien mis retinas de las imágenes europeas. Pero yo descubrí que es un error creer que lo único que aporta un viaje son imágenes visuales, como si fuera lo mismo que ver postales o videos sobre otras ciudades. Lo de crecer mentalmente no es joda. El cambio se da de adentro hacia afuera: como si te metieran en un horno microondas. Y se caen los velos. Por lo menos algunos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Como dicen los gallegos "depende"...
Para cualquier adquisición o desarrollo personal uno tiene que estar predispuesto. Yo puedo leer un millón de libros y viajar por todo el mundo y eso no me va a hacer crecer más.
Estoy pensando en Kant, por ejemplo.
Espero no haberme ido al carajo nuevamente.

Saludos

Cristian Vázquez dijo...

Su ejemplo no ejemplifica, mi estimada. El ejemplo es muy válido para lo contrario: que se puede saber mucho sin salir del propio pueblo. Creo que un ejemplo válido para lo que usted dice, y no por lo de leer libros sino por lo de viajar, es cierto conductor televisivo famoso por sus conductas gastronómicas en los lugares que visita. Y lo comparto con Ud. Pero en tal caso, no se puede decir de nada que ayude o que haga crecer. Quiero decir: caeríamos en un relativismo absoluto: "todo depende".

Y por otro lado, que Kant haya sido quien fue sin moverse de su lugar no implica lo contrario, vale decir, que todo aquel que no se mueva de su lugar sea Kant. Ojo al piojo.

Anónimo dijo...

Publicamente le doy "LA VICTORIA". Ud. es netamente un GANADOR en todos los aspectos. Yo conozco muy bien la derrota. Pero "ojo al piojo", porque creo fervientemente en el relativismo de "todo depende".
Nos vemos pronto por un canal paralelo.

Besos

Anónimo dijo...

Muero por leer el libro "Fiesta Movil" porque se que es sumamente sensual, pero no de la forma obscena que se puede pensar que yo creo, si no de la belleza que en el exite, y es lo que pienso...he leido otros libos de Ernest Hemingway, y es tan descriptivo como yo, no deja detalle, olor sabor, temperatura y sentimiento sin descripción al momento en que lo vive, como si al describirlo nosotros al leer pudieramos sentirlo..yo si.