I

En febrero de 2004 fui con mis padres un fin de semana a Gualeguaychú. Por entonces ellos tenían una tarjeta de crédito que aún no era aceptada por todas las grandes marcas; de los hipermercados, el único que la recibía era Norte. Por eso, cuando llegamos a la ciudad del carnaval del país fuimos a la sucursal de esa cadena. Allí, en una góndola abandonada, había libros de saldo. Entre los volúmenes descartables que vi en los estantes, hubo uno que me llamó la atención. Se titulaba
Hacia rutas salvajes y lo firmaba un periodista estadounidense llamado Jon Krakauer. Me costó algo así como siete pesos.
Desde el principio me atrapó la historia que la contratapa resumía: un muchacho que decide abandonar a su familia, regalar los miles de dólares que tenía destinados a hacer una brillante carrera universitaria, e internarse en Alaska a vivir aventuras. A ser libre.
Como no podía ser de otra manera, ese muchacho -llamado Christopher McCandless- era un apasionado de Jack London, entre otros escritores. Yo, que considero a London como uno de los mayores cuentistas del siglo XX (“Para encender un fuego” es uno de los mejores cuentos que leí, y “La ley de la vida”, “Las mil docenas” y “Amor a la vida” son antológicos), me devoré en unas cuantas horas la apasionante y trágica historia de McCandless.
II
No conozco a nadie que haya leído el libro. En mayo de este año, pocos días después de retornar a España, entré en una librería de Valladolid y me sorprendí muchísimo al ver un ejemplar de
Hacia rutas salvajes cuya tapa rezaba: “El libro en el que se basó la película de Sean Penn”.
¿Qué película de Sean Penn?, me pregunté. ¿Podía ser que Sean Penn, uno de los actores que más admiro, hubiera hecho una película sobre este libro que tanto me había gustado, y que tan afortunado me sentía de haber hallado de un modo azaroso, y que yo no me hubiese siquiera enterado?
La respuesta es que sí, podía. Pero no me enteré porque se estrenó en España en enero, un mes después de que yo me fuera a la Argentina. Y en la Argentina no se estrenó en los cines, sino que directamente se editó en DVD, allá por marzo o abril.
III

Hace unos días vi la película, y me pareció, también, apasionante. Creo que es una excelente adaptación del libro (que no es una novela sino una obra de no ficción), con actuaciones sólidas, una música precisa e imágenes impactantes. A algunos puede aburrir, lo sé: son casi dos horas y media de una historia de la que, aun alguien que no haya leído el libro, puede imaginar el final. Pero eso no le quita valor. Y, al menos a mí, no me aburrió.
Entonces, la recomendación es doble: leer el libro de Krakauer y ver la película de Penn. En ese orden, preferiblemente.
PD: Y ya que está, por supuesto, que lean a Jack London, algunas de cuyas líneas recordó el Che Guevara cuando sintió la muerte junto a él durante el desembarco en Cuba en diciembre de 1956…