sábado, 29 de marzo de 2008

Guayaquil

Anoche fui a ver "Guayaquil", en el teatro Carlos Carella. Protagonizada por Lito Cruz (que también dirige) y Rubén Stella, la obra recrea el encuentro de los libertadores José de San Martín y Simón Bolívar en esa ciudad, y que definió el rumbo de las luchas de la independencia americana.

Me gustó mucho. En particular, la actuación de Stella como Bolívar; el acento colombiano de su personaje es buenísimo. Y me gustó también que, terminada la obra, los actores se quedaran un rato hablando con el público (escaso, seríamos veintitantas personas, no más). Allí surgieron los temas de siempre: que lo de San Martín no fue una renuncia sino un gesto que se derivaba de la falta de apoyos, las traiciones y su mala salud; que lo de Bolívar no fue egoísmo sino la necesidad de defender lo que había logrado hasta el momento; que en definitiva los que perdieron fueron los soldados y los que ganaron, los políticos, y que por algo Rivadavia es la calle más larga y Alvear la más cheta, mientras a Castelli, Moreno, Larrea y Belgrano los mandaron al Once.

Y también me parece muy bueno ver este tipo de obras por cómo le dan condición humana a los próceres. Es decir, uno sabe que fueron personas, con defectos y virtudes, con enormes méritos pero también con flaquezas, que no son las figuritas del Billiken. Sin embargo, una cosa es decirlo y otra es verlo ahí a Lito Cruz como San Martín y pensar: "Claro, también tosía y carraspeaba, también dudaba antes de un gesto, también podía mirar de reojo...". Suena tonto, pero no lo es tanto.
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