Una profesora de literatura lee mi libro y luego me hace algunos comentarios. Me dice que “está muy bien escrito”, que “la estructura narrativa es exacta”, porque incluye “prolepsis, analepsis, relatos enmarcados”. Menciona uno de esos relatos, que le “pareció una historia muy tierna”, y algunas escenas que, según su apreciación, están “llenas de ternura”. Yo alguna vez había sabido el significado de palabras como prolepsis y analepsis, pero luego lo olvidé.
Pero a esta profesora de literatura mi libro no le gustó. Dice que de un texto literario ella espera “un lenguaje simbólico que hable por sí solo y trascienda el literal”, y que en mi relato encontró un lenguaje “muy literal, muy llano y directo”. También me señaló como un defecto la abundancia de verbos en pretérito perfecto simple (problema que atribuyó a un posible vicio de mi formación como periodista), y también que los personajes no están bien definidos y que no hay un buen uso de los recursos retóricos, “narrar con metonimias, metáforas, sin explicar mucho”.
Yo le dije que el lenguaje llano y directo es una búsqueda adrede, que yo no lo veo como un defecto sino como una virtud. De hecho, en la contratapa dice —y es algo así como un elogio— que “con un lenguaje directo, Cristian Vazquez construye un relato…”
De ahí surgió toda esta idea de posts: porque después de esa charla me quedé preguntándome qué es escribir bien.
Ver: ¿Qué es escribir bien? (1)--