Un fragmento:
En las solapas de muchos de tus libros se te califica de «secreto», así, entre comillas. ¿Vos te considerás un escritor secreto?
No. Lo que pasa es que no me interesa mucho la literatura. Me importa la escritura, que es distinto. Sobre la literatura uno puede establecer cierto canon, lo que es la academia y el mercado, esa tensión. Pero a mí me importa la escritura. Y en la escritura, en el campo del lenguaje, creo que nadie es secreto. Creo que todos decimos apenas lo que podemos decir.
Esta diferenciación entre literatura y escritura vos ya la mencionaste en entrevistas anteriores. ¿Considerás la literatura como lo que está dentro de esa tensión mercado-academia?
No. O en parte. Me parece que literatura es lo consagrado, lo estatuido, algo así como lo inamovible. Sobre esa preceptiva rige el canon y establece «esto es literatura», «aquello no es», «esto se acerca». En cambio, la escritura es lo opuesto, algo orgánico, vivo, anárquico, tumultuoso, imperfecto. Me interesa mucho la imperfección, me interesa recostarme sobre la escritura porque ahí es donde se advierten las fallas, donde respira un texto, donde aparece el equívoco. La literatura es algo así como la idea, es un fósil, un organismo que estuvo vivo en algún momento y que ya es un organismo muerto. En cambio, la escritura me parece lo vivo, lo erróneo.
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