sábado, 14 de noviembre de 2009

La única verdad es la Realidad

Hace unos días publiqué en el blog la entrevista que le realicé al narrador argentino Patricio Pron, que iba a aparecer en el finalmente inédito número 21 de la Revista Teína. Ahora haré lo mismo con las tres reseñas de novelas que estaban listas para ver la luz allí. Comienzo con la de Realidad, de Sergio Bizzio.

Estamos en el aire

Un comando terrorista toma un canal de TV de Buenos Aires, dentro del cual se desarrolla una nueva edición de Gran Hermano. A partir de allí, ficción y realidad se mezclan en las pantallas y en las vidas de los millones que siguen el programa. Una novela sobre la manipulación que combina la tragedia y el humor a lo largo de una noche de confesionarios, disparos y reality show.

Por Cristian Vazquez

La única verdad es la realidad. Parece que quien lo dijo antes fue Aristóteles, aunque no haya argentino a quien la frase no le recuerde a Juan Domingo Perón. Y parece que quien primero invirtió los términos fue Hegel, aunque a muchos recuerde a Andrés Rivera en La revolución es un sueño eterno: la única realidad es la verdad. Y entonces nos quedamos preguntándonos: ¿cuál es la verdad? ¿Hay una sola verdad? ¿Quién la tiene?

Sergio Bizzio juega con el concepto en su última novela: Realidad. Publicada el año pasado en la Argentina y ahora en España, cuenta la historia que se dispara a partir del asalto y toma de rehenes por parte de un grupo de terroristas islámicos a un canal de televisión de Buenos Aires. Con una particularidad: dentro del edificio del canal tiene lugar la casa de Gran Hermano, donde se está desarrollando una nueva edición del programa que se anuncia como «la vida real en directo».

Sergio Bizzio

VERÁS QUE TODO ES MENTIRA. Como en casi toda su obra, Bizzio construye desde esa situación una historia que mezcla la tragedia con el humor delirante. En la novela hay disparos y muertos, jóvenes que mantienen las conversaciones más intrascendentes del mundo con veintitantos puntos de rating, historias familiares de clase media, confesiones indecorosas y sujetos con nombres árabes que, tras animarse a copar un edificio a sangre y fuego (el lugar común que abre la novela presentándose como lugar común), sienten una mayor adrenalina al darse cuenta de que tienen en sus manos el control de la atención de millones de personas hipnotizadas por las pantallas de sus televisores. Ser es ser percibido por TV.

Al igual que en The Truman Show, una circunstancia extraña irrumpe en la distracción que embelesa a la audiencia sin que ésta lo note. Y si no lo nota, no es porque el artificio se parezca mucho a la vida real, sino al revés. Todo lo que se ve en un reality show (literalmente, «muestra de la realidad») es falso: los decorados, las peripecias, las personas (literalmente, máscaras). Nada existe de verdad, salvo —quizás— el reclamo de los terroristas, que se juegan el pellejo en su acción. Quizá por eso la sobrecubierta de la edición española sea la pintura (en estilo aerosol-stencil) de un hombre apuntando con una pistola, en vez de la policroma señal de ajuste de la TV que llevaba la edición argentina. Sin embargo, esta última parece más apropiada. Bizzio declaró que Realidad es «una novela sobre la manipulación», pero no de la que se puede ejercer por la fuerza de las armas de fuego, sino con esas otras armas mucho más sutiles y eficaces llamadas medios masivos de comunicación.

Entonces, ¿dónde está la verdad? ¿En las vacuidades que los chicos y las chicas finalistas del programa dicen en el confesionario? Sus familiares, reunidos en un bar cercano al canal, saben que no, y se preguntan dónde está, mientras miran a sus hijos en los televisores que brillan en las alturas. ¿Dónde está?

Ejemplar de Realidad que tuve oportunidad de leer,
dedicado por el autor para Constantino Bértolo,
su editor español [click en la imagen para agrandar].

ESCONDERSE PARA NO VER. Realidad es una novela ágil, que se lee muy rápido, y la disfruta mucho más quien haya visto Gran Hermano al menos algunas veces (las suficientes para conocer sus mecanismos de participación y eliminación). ¿Habrá alguien que no lo haya visto nunca? El mundo en que vivimos se opone al de Orwell que origina el programa: si en 1984 los personajes deben ocultarse minuciosamente para no ser vistos, nosotros casi que debemos escondernos para no ver, o al menos para no enterarnos de lo que otros ven. Somos todo ojos, valga la sinécdoque.

Groucho Marx dijo alguna vez que la televisión le parecía muy educativa, porque cada vez que alguien la encendía él se iba a leer. Cuando los lectores de esta novela hagan el proceso inverso —dejar de leer para volver a la televisión: fatalmente todos terminamos haciéndolo— quizá miren la caja boba con otros ojos, y se pregunten por la realidad de los realities, por la realidad de las noticias, por la realidad de lo que nos presentan como verdad (o viceversa). Aunque, por cierto, es probable que ya se lo hayan preguntado muchas veces.

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