jueves, 12 de julio de 2007

Nieve sobre Buenos Aires (2)

Una vez cada ochenta y nueve años
nieva en Buenos Aires
y nos miramos unos a otros sin creérnoslo del todo
salimos a la calle
hacemos muñecos
sacamos fotos
decimos que parece la Patagonia o Europa
aunque nunca hayamos estado
en la Patagonia o Europa
somos felices

Al día siguiente sale el sol
y aunque sigue haciendo frío, la nieve se derrite
ponemos nuestras fotos de la nieve en flickr
vemos videos de la nieve en youtube
la tele habla de otra cosa
seguimos siendo felices, a qué negarlo

Pero todos miramos a los chicos más chicos
y aunque nadie diga nada
sentimos envidia porque algunos de ellos
no sabemos cuáles
volverán a ver nevar en Buenos Aires
ochenta y nueve años después

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2 comentarios:

Amalia Gieschen dijo...

yo me perdí la nieve, me la perdí para siempre.

Anónimo dijo...

Me encanta que se pueda escribir y que la gente sea feliz —¡me gusta tanto! —, como también lo hace el ver a la gente chocha por la nieve: que corran por todos lados, mirando y disfrutando de una de las tantas manifestaciones naturales que, en la mayoría de los casos, podemos atestiguar a lo largo de nuestra vida. Entonces me cuestiono qué tan estúpido será, para aquellos que están tan acostumbrados a esas lágrimas heladas, ver de repente una urbe entera saltando y corriendo para todos lados gozando de algo tan común y corriente. Pero entonces me digo que no tengo que pensar así pues, entonces, un día soleado es algo sorprendente para aquellos que piensan de esa manera —¡y qué estúpidos ellos! —. Pero bueno, a decir verdad eso tampoco me tranquiliza. Ahora estoy parado en el mismo lugar que hace un rato. Me doy cuenta que todo es muy subjetivo: la lluvia para aquellos muertos de sed en el desierto debe ser algo glorioso —salvo que haga tanto frío que el agua terminaría empeorando las cosas —. No obstante, termino pensando que finalmente entiendo a dónde quería llegar con esas cuestiones. Era algo simple, nada muy rebuscado y que, más bien me llevaba disimuladamente de la mano a pensar que tal vez, en algún lugar, donde la gente tiene hogar y así llueva o caigan témpanos, haga frío o calor, ellos se sorprenderían al ver morirse la gente por no tener donde ir mientras otros se divierten.
Y sí, ya se: ¡tampoco hay que ser tan extremistas! Vemos más seguido morirse gente que nevar sobre un gran desierto de ciudad; ¡viva la nieve!