miércoles, 2 de diciembre de 2009

Siempre que me lavo las manos

Desde hace tiempo una reflexión viene a mí al momento de lavarme las manos.

Para no derrochar agua, lo que conviene es tratar de tener la canilla abierta el menor tiempo posible. Entonces, mi procedimiento era el siguiente: 1) mojarme las manos, 2) cerrar la canilla, 3) enjabonarme las manos, 4) volver a abrir la canilla, 5) enjuagarme las manos, 6) cerrar la canilla, 7) secarme. (Los dos primeros pasos se evitan si se tiene jabón líquido en lugar de en pastilla, con el cual no hace falta mojar previamente.)

El problema se produce en el paso 4. Cuando voy a abrir nuevamente la canilla para enjuagarme, tengo las manos enjabonadas, y con ellas ensucio la llave del grifo. Luego me enjuago las manos, que quedan limpias, pero cuando voy a cerrar la canilla me las vuelvo a manchar de jabón, ya que la llave había quedado sucia.

Es un problema al que hasta ahora no le he encontrado solución.

En realidad, sí hay una solución: las canillas que se abren automáticamente cuando uno pone debajo las manos (o cualquier otra cosa, supongo que funcionan por medio de un lector óptico normal y no de uno que detecta exclusivamente manos). Así son las de los baños del edificio en el que en estos días trabajo, y el proceso es el siguiente: 1) me enjabono las manos (con jabón líquido), 2) las pongo bajo la canilla y me las enjuago, 3) me las seco.

Hace un par de siglos era una fantasía que el baño de cualquier casa tuviera agua caliente, y hoy es algo normal. Quizá algún día sea lo normal que en los baños de todas las casas haya canillas con sensores ópticos que nos eviten estos problemas.

Quizá lo anormal sea que a mí se me ocurran estas ideas siempre que me lavo las manos.

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