miércoles, 11 de mayo de 2005

El Gordo Soriano, contador de patos


(Me enviaron esta anécdota sobre el entrañable Gordo Soriano. La encontré ya publicada en otros weblogs, pero no me importa. Ya bastante que trato de publicar cosas interesantes, así que no me pidan originalidad.)

Durante la filmación del documental Soriano, Osvaldo Bayer le contó al director Eduardo Montes Bradley una anécdota sobre su amigo escritor.
Resulta que en el exilio, cagado de hambre, Osvaldo Soriano consiguió un laburo de contador de patos en el Lago de los Cien Patos, en Bruselas. Su tarea consistía en contar los patos todas las noches y reportar posibles faltantes a las autoridades, que al instante los repondrían para que el Lago de los Cien Patos no dejara de tener, efectivamente, cien patos.
El problema era que nadie se robaba nunca un pato, siempre había cien patos en el Lago de los Cien Patos, y Soriano empezó a temer que las autoridades notaran la inutilidad del puesto y lo echaran. Entonces contrató a un amigo exiliado peruano para que cada tanto se robara un par de patos.
De esa manera pudo mantener su trabajo y, según dicen, eran legendarios los asados que se organizaban entre varios exiliados latinoamericanos, con Soriano como huésped de honor. Obviamente, el menú era siempre el mismo: pato a las brasas.
Maravillado por la anécdota, y con la intención de hacer más interesante su documental, Montes Bradley le dijo a Bayer: “¿Por qué no vamos a Bruselas para ver si existe ese puesto de contador de patos?". Y Bayer le dijo que mejor no, que para qué.
Yo, como Bayer, quiero creer que en Bruselas hay un puesto de contador de patos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ja ja ja ja ja . .. muy bueno, che!. No conocía la 'anéda'. Contador de patos, típico del primer mundo, esa necesidad de ser tan perfectos que se pasan de la raya y se vuelven estúpidos.

HJB dijo...

La anécdota es excelente y típica de un contador de historias insólitas como Soriano. La verdad de la historia es que frente al mencionado lago de Bruselas había un hospital donde consigió trabajo la mujer de Osvaldo Soriano. El escritor, desocupado, se pasaba horas frente al estanque esperando que su esposa saliera del trabajo, así fue como se le ocurrió la descabellada ocupación del "contador de patos".